Era un día completamente común, sin nada que presagiara sorpresas.
Caminaba por el parque, relajándome después de un largo día, cuando vi una cartera sobre un banco.
Era de cuero de alta calidad, robusta y claramente llena, ya que apenas se cerraba. Miré a mi alrededor, pero no había nadie cerca.
Por un momento sentí un dilema interno: esa cartera podría ser la solución a algunos de mis problemas. Sin embargo, ese sentimiento desapareció tan rápido como llegó.
Tomé una decisión: encontraría a su dueña.
Dentro había bastante dinero en efectivo, varias tarjetas de crédito, documentos y… una tarjeta de presentación.
«Anna Zawisza» – el nombre me resultaba familiar, pero no podía recordar de dónde. Saqué mi teléfono y llamé al número de la tarjeta.
La mujer contestó casi al instante y, al escuchar que había encontrado su cartera, se notó una tensión evidente en su voz.
Quedamos en encontrarnos en el parque, cerca del lugar donde encontré la cartera.
El primer encuentro, lleno de tensión
Anna Zawisza era una mujer elegante, de unos cuarenta años, con una presencia destacada y una gran seguridad en sí misma.
Cuando le entregué la cartera, esperaba una sonrisa de agradecimiento, tal vez un simple «gracias».
En lugar de eso, me miró por un momento, como si quisiera leerme por completo. Finalmente, dijo con voz fría: «¿Cómo sé que no has sacado nada?»
Me sorprendió y me sentí herida. Al fin y al cabo, podía haberme quedado con la cartera y nadie lo habría sabido.
Pero antes de que pudiera responder, Anna dijo algo que cambió completamente el tono de la conversación: «Si realmente necesitas dinero, tal vez pueda ofrecerte un trabajo.»
Una oferta inesperada
Esa propuesta fue toda una sorpresa. Anna explicó que tenía una empresa y estaba buscando a alguien para encargarse de tareas administrativas y ayudar con la gestión de documentos.
No estaba segura de si era sincera o si eso era una especie de prueba para evaluar mi honestidad.
Tenía muchas dudas, pero, por otro lado, me encontraba en una situación financiera complicada, y un empleo sería una gran ayuda. Decidí intentarlo.
El nuevo trabajo y las crecientes dudas
Al principio, el trabajo fue tranquilo, y Anna me trataba con cierta distancia, aunque sin prejuicios. Sin embargo, poco a poco comenzaron a suceder cosas extrañas.
Circulaban rumores en la empresa sobre sus métodos para manejar el dinero, y algunas transacciones que vi en los documentos parecían sospechosas.
Un día, accidentalmente encontré pruebas que sugerían que Anna estaba ocultando grandes sumas de dinero a las autoridades fiscales.
Me di cuenta de que tal vez me había involucrado en algo mucho más serio de lo que pensaba.
Una discusión que lo cambia todo
Decidí hablar con ella. Después de todo, sentía que debía enfrentar lo que había estado ignorando.
Cuando expresé mis preocupaciones, Anna explotó de rabia.
Me acusó de meterme en asuntos que no me concernían y me recordó que, si no le hubiera devuelto su cartera, ni siquiera habría conseguido ese trabajo.
La conversación se volvió muy tensa, y la atmósfera se cargó de malestar.
Anna me amenazó, diciendo que si volvía a hacer alguna pregunta, perdería mi trabajo y nunca encontraría empleo en esa ciudad.
El final que revela la verdad
Me sentí obligada a irme, pero decidí darle una última oportunidad. Sin embargo, al día siguiente, cuando llegué a la oficina, encontré a la policía revisando sus documentos.
Resultó que la empresa de Anna ya estaba bajo investigación por fraude fiscal.
Cuando me interrogaron, un policía me explicó que Anna quería usarme como un «escudo» para distraer la atención de sus actividades ilegales al tener a alguien honesto en su empresa.
Anna fue acusada y yo… recibí una nueva oferta de trabajo de una de las empresas que colaboraba con la policía, que valoraba mi integridad.