Mia aún estaba en estado de shock cuando sostuvo el cartón de leche en sus manos, con su propia foto y la palabra “DESAPARECIDA” debajo de ella.
Apenas podía creer lo que veía. Su corazón latía rápido y una ola de confusión la invadió.
¿Era realmente ella en la foto? ¿Por qué estaba desaparecida? ¿Y por qué Laura nunca le contó nada sobre esto?
“Mia, ¿te acuerdas de algo?” La voz de Laura la sacó de sus pensamientos. Mia se dio vuelta asustada, y sus manos temblaban mientras escondía el cartón detrás de su espalda.
“Yo… solo… estaba mirando”, balbuceó nerviosa. Laura parecía no preocuparse y se dirigió a la caja.
Para Mia, era como si una cuerda invisible la estuviera arrastrando cada vez más profundo en la oscuridad de la incertidumbre.
Durante el trayecto a casa y en la cena, su mente solo pensaba en la foto y el número en el cartón de leche.
¿Por qué estaba su rostro allí? Y lo más importante: ¿quién la había secuestrado? ¿Qué papel jugaba Laura en todo esto?
Observó a Laura durante la cena. La mujer que ella creía que era su madre actuaba de forma extraña. Su sonrisa ya no era tan cálida y genuina como antes.
Ahora parecía fría, casi forzada, como si llevara una máscara. Después de la cena, cuando Laura se retiró al jardín, Mia sintió que era su oportunidad.
Esperó hasta que Laura se concentrara en su trabajo en el jardín y luego, sigilosa, entró en la sala. Tomó el teléfono de Laura de su bolso y vaciló por un momento.
Luego recordó el número en el cartón de leche y lo marcó.
Después de varios tonos, finalmente alguien contestó. Su voz sonaba ansiosa. “¿Hola? ¿Quién habla?”
“Hola, yo… me llamo Mia. Vi mi foto y este número en un cartón de leche. ¿Puedes decirme qué está pasando?”
La mujer al otro lado permaneció en silencio por un momento, y luego Mia escuchó cómo su voz se llenaba de pánico. “¿Mia? ¿Eres tú?”
“Sí, soy Mia. Pero no recuerdo nada más. ¿Qué está pasando?”
“Oh Dios mío! Tu padre y yo te hemos estado buscando, ¡estábamos tan preocupados!
¡Fuiste secuestrada, cariño! ¿Sabes dónde estás? ¿Recuerdas algo, cualquier cosa que pueda ayudarnos?”
“No lo sé”, respondió Mia desesperada. “Estoy con una mujer llamada Laura. Ella dice que es mi madre, pero… no recuerdo nada.”
“Mia, ¡tienes que ayudarnos! ¡Estamos en camino para recogerte! ¡Aguanta, por favor!”
Mia quería responder, cuando de repente escuchó un ruido.
La puerta de la sala se abrió, y Laura estaba en el umbral. Su mirada era fría y penetrante mientras observaba a Mia, que tenía el teléfono en la mano.
“¿Con quién has hablado?” preguntó Laura en tono amenazante. Mia intentó meter el teléfono rápidamente en su bolso, pero ya era demasiado tarde. Laura sabía que mentía.
“Con nadie” susurró Mia rápidamente. “Marqué un número equivocado.”
Laura se acercó lentamente, sus ojos brillaban de ira. “¡Me estás mintiendo, niña! ¡No es bonito mentirle a tu MAMÁ!”
Antes de que Mia pudiera reaccionar, Laura la agarró de los brazos y la arrastró al sótano. Mia intentó resistirse, pero la fuerza de la mujer era sorprendentemente fuerte.
“¡Eres mi hija y no te voy a entregar a nadie!” gritó Laura, cerrando la puerta del sótano.
Mia cayó al frío suelo del sótano y miró la puerta que se cerraba tras ella.
Sus pensamientos corrían a mil por hora mientras trataba de calmarse. No podía rendirse. Tenía que encontrar una manera de escapar.
Poco a poco, a medida que sus ojos se acostumbraban a la luz tenue de la habitación, Mia comenzó a explorar el sótano. Tocó las paredes, buscando una ventana, una salida, un camino de escape.
De repente, tropezó con algo duro. Era un trozo de vidrio, que levantó y sostuvo en su mano. No era un arma, pero podría servirle como herramienta de defensa.
Mia sabía que no podía quedarse en ese sótano. Solo tenía una oportunidad. Si no actuaba ahora, nunca sabría quién era realmente y qué le estaba ocultando Laura.
Con una mirada decidida, se levantó, lista para hacer lo que fuera necesario para descubrir la verdad.
Silenciosamente, se acercó a la puerta del sótano, tomó el trozo de vidrio y comenzó a manipular la cerradura.
Era difícil, y sentía el peligro en el aire, pero no se rindió. Finalmente, escuchó un clic. La puerta estaba abierta.
Rápidamente salió, corrió por el jardín y saltó la cerca. Escuchó la ira de Laura detrás de ella, pero siguió corriendo, sin mirar atrás.
Mia sabía ahora que estaba sola.
Sus recuerdos estaban fragmentados y la verdad estaba oculta en la oscuridad. Pero estaba decidida a encontrarla, aunque tuviera que perderlo todo.
Y tal vez, solo tal vez, algún día descubriría quién era realmente.