Después de su divorcio, Sergio perdió completamente la confianza en las mujeres. Su primera esposa resultó ser mucho menos honesta de lo que él había pensado.
Poco después de que compraran un lujoso apartamento, ella presentó la demanda de divorcio y solicitó una parte del patrimonio.
Había preparado documentos falsificados para hacer creer que tenía un salario mucho más alto del que realmente ganaba.
Sergio, por su parte, había trabajado durante un largo tiempo de manera informal y, debido a su profunda enamoramiento,
no solo le compró un coche nuevo a su esposa, sino que la incluyó también en la escritura de la nueva vivienda.
Al final, tuvo que gastar una gran cantidad de dinero para recuperar lo que le pertenecía.
Esta amarga experiencia lo dejó muy cauteloso y extremadamente selectivo a la hora de elegir a nuevas mujeres para compartir su vida.
Las mujeres que conocía parecían interesadas solo en el dinero y el lujo, y muchas de ellas no querían tener hijos.
Sergio, que había perdido a su madre a una edad temprana, soñaba con una familia numerosa.
Sin embargo, todas las mujeres con las que se relacionaba parecían querer lo contrario.
Su padre le dio un consejo: «Estás buscando en los círculos equivocados.»
Sergio se rió, pero no sabía cómo poner ese consejo en práctica, hasta que, en un día lluvioso de otoño, conoció a su secretaria, Cristina.
Ella era bastante sencilla, vestía ropa modesta, sin los adornos materiales que sus anteriores parejas solían exigir.
Cristina tenía un hijo, Sasha, y lo criaba sola. Sergio se sintió atraído por ella y pronto se enamoró. Tomó la decisión de casarse con ella rápidamente.
Sin embargo, a pesar de sus sentimientos, seguía siendo precavido. Temía que Cristina cambiara después del matrimonio, como había sucedido con su primera esposa.
Cuando Cristina se quedó embarazada, Sergio decidió comprar un apartamento más grande para la familia. No obstante, se sintió inseguro y buscó consejo en su padre.
Éste le sugirió que comprara la propiedad a su nombre y se la entregara a la pareja como un regalo, para asegurarse de que, en caso de divorcio, Cristina no reclamara ningún derecho sobre la propiedad.
Sergio confiaba en su padre, por lo que decidió seguir su consejo sin hablarlo con Cristina.
Cuando Cristina dio a luz, propuso mudarse al campo a vivir con su tía Lucía. Sergio aceptó.
Vivieron allí en la casa de la tía Lucía, quien les ayudaba con los niños mientras Sergio viajaba entre la ciudad y el campo.
Sin embargo, durante ese tiempo, Sergio comenzó a darse cuenta de que no comprendía por completo su matrimonio ni las relaciones con su familia.
Cuando su padre murió de manera inesperada, Sergio hizo un descubrimiento que lo dejó en shock: su esposa,
a quien nunca habría considerado interesada en el dinero o en los bienes materiales, había aumentado el patrimonio familiar en secreto y había manipulado a su padre en los últimos meses de su vida.
Sergio entendió que sus propios temores y dudas lo habían impedido construir una relación verdaderamente honesta y confiada.
La historia no terminó con una solución sencilla.
Sergio no solo perdió la confianza en su familia, sino que también tuvo que enfrentar las consecuencias de su propia desconfianza y codicia.
Cristina no pudo perdonarlo de inmediato, pero le permitió mantener el contacto con sus hijos.
No se sabe si su relación podrá recuperarse, pero Sergio tendrá que enfrentarse a sus miedos y errores si quiere, tal vez, algún día, recuperar la confianza tanto en su familia como en sí mismo.