Lera estaba en el centro de la cocina, su mirada tan afilada como un cuchillo. Cada palabra que salía de su boca cortaba el aire con la precisión de una espada.
„Nunca lo has querido de verdad” – dijo, y en su voz había una desprecio mordaz. „Desde el principio supe que solo esperabas robarle todo lo que es suyo.”
Katya, que estaba junto a la estufa, sintió como si el suelo se deslizara de debajo de sus pies.
Sujeto con fuerza la cuchara de madera, mientras su rostro palidecía.
No esperaba tales acusaciones, pero en el fondo ya presentía que este momento llegaría. Sin embargo, la forma en que estalló de repente la tomó por sorpresa.
„Lera, ¿de qué estás hablando?” – preguntó, tratando de calmarse mientras su respiración se volvía más agitada. „Llevo cinco años con Anton. ¿Por qué piensas que no lo amo?”
Lera soltó una carcajada amarga y dio un paso hacia ella, el fuego de su furia brillando en sus ojos. Su voz se volvió cortante, como si quisiera rasgar el aire. „¡Porque sé quién eres!” – gritó.
„Las mujeres como tú no están con alguien por amor, sino por el dinero y la comodidad. Estás con él porque crees que te da alguna ventaja.”
Katya se sintió como si la hubieran golpeado. Las palabras de Lera la golpearon con tal fuerza que apenas podía asimilarlas.
Siempre se había esforzado por ser una buena esposa, por apoyar a Anton y amarlo, pero ahora sentía que todo lo que habían construido juntos se estaba derrumbando.
„Lera, eso es totalmente falso” – respondió con dificultad, tratando de mantener la calma aunque por dentro sus emociones ardían. „Amo a tu hermano.
Somos felices juntos, y nunca me han importado más el dinero que nuestra relación.”
Pero Lera no la escuchó. Dio otro paso más, el enojo y el dolor brillando en sus ojos. „¿No entiendes lo que has destruido?” – siseó.
„Desde que llegaste a su vida, Anton ha cambiado por completo. Ya no es el hombre que conocía. Se ha convertido en un extraño para mí. Y todo es tu culpa.”
Katya permaneció en silencio, con el corazón encogido. ¿Cómo habían llegado a esto? Lera siempre había sido celosa de ella, pero ahora la acusaba de una forma tan dolorosa que casi la sofocaba.
„Eso no es justo” – susurró, su voz temblando. „Nunca quise quitarte a él. Nos amamos, y eso tienes que aceptarlo.”
Lera negó con la cabeza, sus ojos llenos de ira y desilusión.
„Me lo quitaste” – dijo en voz baja, pero cada palabra estaba cargada de un dolor profundo y una determinación inquebrantable. „No solo a Anton, sino a mi familia.”
El conflicto entre ellas había alcanzado su punto máximo, y parecía que ya no había vuelta atrás.
Katya se sentía injustamente atacada, mientras que Lera no podía librarse del rencor y el sufrimiento.
Anton, que estaba allí en silencio, no sabía cómo resolver la situación.
Era incapaz de elegir entre las dos mujeres a las que amaba. Pero tenía que entender que no podía mantenerlas a ambas en su vida de la misma manera que lo había hecho hasta entonces.
La tensión era palpable.
Katya trataba de no dejar que el conflicto invadiera su vida diaria, pero cada vez que se encontraba con Lera, cada discusión solo aumentaba el peso que ya llevaba sobre sus hombros.
Anton intentó todo lo que pudo para aliviar la tensión, pero parecía que cada intento solo echaba más leña al fuego.
Una noche, después de otra discusión feroz, Katya no pudo seguir callando el dolor que sentía.
Sentada en la cocina, agotada y emocionalmente desgastada, pronunció las palabras que llevaba mucho tiempo guardando en su corazón.
„Ya no puedo más” – susurró, sintiendo que toda su energía la abandonaba. „Tu hermana me odia, y no entiendo por qué. Estoy cansada de ser la villana.”
Anton estaba a su lado, en silencio, su mirada llena de cansancio y desesperación. Veía cómo Katya luchaba, pero no sabía qué hacer para ayudarla.
„Lera siempre ha estado celosa de ti” – dijo finalmente, después de un largo silencio.
„Cree que paso menos tiempo con ella, y te culpa por eso. Es injusto. Yo la quiero, pero tú eres mi esposa, y no voy a permitir que nadie destruya nuestra relación.”
Katya suspiró profundamente, con el dolor oprimiéndole el pecho. „Sé que la quieres” – respondió. „Pero no puedo seguir peleando por tu atención. Me duele que me vea como a su enemiga.”
Anton tomó su mano con suavidad, y en sus ojos brillaba una mezcla de tristeza y comprensión.
„Hablaré con ella” – dijo en voz baja. „Pero tenemos que encontrar la manera de que ambas se entiendan. Quiero que nuestra familia esté unida.”
Katya asintió con la cabeza, aunque su corazón seguía lleno de incertidumbre. Sabía que Lera no olvidaría tan fácilmente ese odio. Pero tal vez esa conversación fuera el primer paso hacia el cambio.
Al día siguiente, Anton se reunió con Lera para aclarar la situación. La invitó a cenar, con la esperanza de que en un ambiente tranquilo pudieran resolver las cosas.
Desde el principio, quedó claro que Lera no estaba dispuesta a abandonar su rabia.
„Anton” – comenzó, al sentarse, con su rostro claramente fruncido por el enojo. „Si crees que vas a convencerme de aceptar a ella, mejor ni lo intentes.”
Anton suspiró, sintiendo el peso de la conversación. „Lera, tienes que entenderlo” – dijo con calma, pero firme. „Katya es mi esposa. Espero que lo aceptes. No puedo hacer feliz a las dos a la vez.”
Lera soltó un resoplido, y sus ojos reflejaron ahora un rencor profundo. „Ya has elegido” – dijo, con cada palabra sonando como una herida. „Me dejaste.”
El corazón de Anton se apretó, y por un momento sintió que todo podía venirse abajo.
„Eso no es cierto” – respondió con firmeza. „Siempre serás importante para mí. Pero ahora tengo una familia propia, y eso lo tienes que aceptar.”
Lera permaneció en silencio por un momento, su rostro lleno de amargura. „No entiendo por qué cambiaste” – dijo finalmente, en voz baja. „Antes lo hacíamos todo juntos. Pero ahora… siento que te he perdido.”
Anton tomó suavemente su mano, y en sus ojos brillaba una luz de tristeza y empatía.
„Lera, no he cambiado” – dijo en voz baja. „Ambos hemos cambiado, pero seguirás siendo parte de mi vida, si lo aceptas.”
Lera permaneció en silencio por un largo rato, antes de suspirar. „Lo intentaré. Pero no esperes milagros.”
Anton asintió con la cabeza y le dio una leve sonrisa. Tal vez ese fuera el primer paso hacia la reconciliación, aunque aún no estaba claro si este sería el comienzo de un futuro común.