Cuando mi hijastro no sabía que nuestra cámara de la puerta tenía un micrófono – lo que le oí decir sobre su madre biológica me rompió el corazón.
Olivia había notado un cambio preocupante en el comportamiento de su hijastro Josh. A pesar de sus múltiples intentos de convencer a su esposo Patrick de hablar con él, Josh seguía cerrado y distante.
Una tarde de domingo, Olivia descubrió la dolorosa verdad.
Como cada semana, casi puntualmente a las 5 de la tarde, Josh regresaba a casa después de haber pasado el fin de semana con su madre. Se había convertido en un ritual silencioso: entraba sin decir una palabra, se quitaba los zapatos y se iba directamente a su habitación.
Lo que antes parecía un hábito inofensivo, ahora era un claro indicio para Olivia de que algo no andaba bien.
Josh ya no era el niño alegre y conversador que ella conocía. Donde antes era curioso y abierto, ahora estaba en silencio, retraído y perdido en sus pensamientos. Sus ojos, que antes brillaban de felicidad, ahora tenían un aire triste, y Olivia se sentía cada vez más impotente.
No sabía qué estaba ocurriendo durante los fines de semana en casa de su madre, Linda, y aunque le resultaba difícil no intervenir demasiado en su papel de madrastra, su creciente preocupación era innegable. Sentía que había algo mucho más grave detrás del repentino cambio de Josh.
—Patrick, ¿no crees que algo anda mal con Josh? —preguntó una noche, mientras preparaba la cena, mirando de reojo a Josh, quien, como de costumbre, estaba sentado en la mesa, en silencio, mirando su plato sin apenas comer.
Patrick suspiró y se encogió de hombros. —Estará bien —dijo, como quitándole importancia—. Linda probablemente lo esté presionando otra vez con el tema de la escuela. Ya sabes cómo es de exigente.
Olivia asintió, pero no pudo deshacerse de la sensación de que había algo mucho más profundo detrás de la tristeza de Josh. Recordaba los primeros días después de que Josh se mudara con ellos. En aquel entonces, él era como un rayo de sol, siempre dispuesto a compartir los relatos de su día y hacer preguntas con entusiasmo.
Habían pasado horas juntos en la cocina, horneando y creando un fuerte vínculo. Esos momentos de alegría ahora parecían tan lejanos.
A pesar de todos los esfuerzos de Olivia —preparar sus comidas favoritas, organizar noches de cine—, nada parecía mejorar el ánimo de Josh. Su tristeza se volvía cada vez más evidente.
Finalmente, una noche, Patrick decidió sentarse a hablar con Josh. Sin embargo, la conversación no arrojó mucha luz. —Es agotador estar en casa de mamá —admitió Josh con un tono bajo, sin dar más detalles—. Pero sé que es importante pasar tiempo con ella.
Patrick sugirió que quizás podrían reducir las visitas si era demasiado para él, pero Josh desestimó rápidamente la idea y se retiró a su habitación. Antes de irse, se detuvo un momento para abrazar a Olivia, un gesto inesperado que, aunque reconfortante, también aumentó la preocupación de Olivia.
Su inquietud creció hasta que un domingo fatídico todo quedó claro. Como de costumbre, estaba esperando el regreso de Josh y revisando de manera distraída la transmisión en vivo de la cámara de seguridad en la entrada. De repente, vio a Josh y a su madre Linda parados frente a la puerta.
Olivia contuvo la respiración cuando vio a Linda entregarle una caja de galletas y decirle en un tono firme pero suave: —Ya sabes lo que tienes que hacer.
Un nudo de angustia se formó en el estómago de Olivia. Observaba la escena, incapaz de apartar la mirada. Josh vaciló, su voz temblaba mientras susurraba: —Mamá, ya no quiero seguir mintiendo. Ellos saben que algo anda mal. Si papá descubre que me obligas a robar cosas de la casa cada semana, se va a enfurecer.
El corazón de Olivia se encogió dolorosamente. ¿Robar? ¿De su propia familia? No podía creer lo que estaba escuchando mientras Linda, impasible, le ordenaba fríamente a Josh que siguiera sacando cosas de la casa, desde los productos de baño de Olivia hasta el dinero de emergencia de Patrick.
Cuando Linda sugirió que Josh comenzara a robar algunas joyas de Olivia para ayudarla a pagar sus deudas, Olivia no pudo contener más su ira. Con determinación, se dirigió a la puerta de entrada y la abrió de golpe.
—Linda, lo he escuchado todo —dijo con una voz helada. Josh la miró con los ojos llenos de lágrimas y se aferró a ella, consumido por la culpa y la vergüenza.
Linda balbuceó, intentando dar una explicación, pero Olivia la interrumpió rápidamente. —Voy a ayudarte a salir adelante, pero Josh se quedará con nosotros hasta que seas capaz de cuidar de él como es debido. Y nunca volverás a obligarlo a robar. ¿Entendido?
Linda comprendió la gravedad de la situación y, a regañadientes, aceptó. Apenas se hubo marchado, Josh rompió a llorar. —Lo siento, Liv. No quería hacerlo.
Olivia lo abrazó con ternura. —Está bien, cariño —le susurró suavemente—. Lo superaremos juntos, y todo mejorará.
Aunque Olivia estaba profundamente dolida y conmocionada, su principal preocupación era Josh. Se prometió a sí misma que haría todo lo posible por protegerlo, demostrarle que era amado y que en su hogar siempre estaría seguro, hoy y para siempre.