Todo el día, en uno de los edificios, los vecinos se vieron inquietos por el llanto constante de un bebé, lo que comenzó a generar una creciente preocupación.
Aún más desconcertante era el hecho de que, durante los últimos días, nadie había visto a la madre del niño.
Cuando cayó la noche y el llanto seguía, uno de los vecinos, preocupado, decidió averiguar qué sucedía. Sin embargo, nadie abrió la puerta.
Alarmado por la situación, rápidamente decidió llamar a la policía. Poco después, llegó una patrulla al lugar indicado.
Tras varios intentos fallidos de llamar, finalmente la puerta se abrió. En el umbral apareció el padre, sosteniendo a su hijo llorando en brazos. Su rostro pálido y agotado causó una gran impresión en los oficiales.
Los agentes entraron al departamento para aclarar la causa del llanto constante del bebé.
El padre se disculpó de inmediato, explicando que no abrió la puerta en seguida porque, debido al llanto incesante, su audición estaba tan afectada que no escuchó el timbre ni los golpes.
Durante la conversación, el hombre explicó que su hijo estaba atravesando una difícil etapa de dentición. Cualquier padre sabe lo agotador que es, tanto para el niño como para el cuidador.
La oficial, madre de dos niños, comprendió perfectamente la situación del hombre. Le ofreció sostener al bebé por un momento, dándole al padre la oportunidad de descansar un rato.
El padre, sintiendo alivio después de entregar a su hijo, se sentó en el sofá y compartió su historia. Explicó que desde el día anterior su hijo estaba muy inquieto y necesitaba atención constante.
El niño tenía que estar todo el tiempo en brazos, y él tenía que lidiar con todo solo, ya que su esposa había fallecido en trágicas circunstancias.
Anteriormente, su hermana lo ayudaba, pero recientemente tuvo que irse de viaje.
Resultó que los vecinos, equivocadamente, pensaron que la hermana del hombre era la madre del bebé, y su ausencia junto con el llanto continuo del niño los había alarmado.
El hombre intentaba todo lo posible para que los vecinos no se sintieran demasiado incómodos con la situación.
Hizo todo lo que pudo para calmar a su hijo: ponía canciones de cuna, masajeaba suavemente sus encías, e incluso lo bañaba varias veces al día, porque creía que el agua ayudaba a tranquilizarlo.
A pesar de todos sus intentos, nada parecía aliviar al bebé.
A pesar del agotamiento y el estrés, mantenía la paciencia y luchaba con todas sus fuerzas por hacer que su hijo se sintiera mejor.
Los agentes, observando los esfuerzos y la determinación del joven padre, no pudieron ocultar su simpatía y admiración hacia él.
Pasaron poco tiempo en la casa, pero ya empezaban a sentir la incomodidad de la situación, mientras que el padre llevaba lidiando con ello desde el día anterior.
Tras finalizar la visita y redactar el informe, los oficiales dejaron el lugar, dejando al padre solo con su problema.