Usaba la ropa de mi primo y ahora él me ruega ayuda. ¡Mi respuesta fue fría como el hielo!

ENTRETENIMIENTO

Desde que tengo memoria, mi vida ya estaba decidida.

Mis padres decidieron adoptar a mi primo, a quien siempre trataron como el tesoro de la familia, mientras que yo heredaba sus ropas usadas.

En ese momento me prometí que jamás dejaría que alguien me tratara de esa manera…

Hoy soy yo quien está en la cima, y él viene a pedirme ayuda. No podía creer lo que escuchaba, pero mi respuesta fue tan fría como el hielo…

Mis padres lo querían más que a mí

Tenía nueve años cuando Michał apareció en nuestras vidas. Sus padres fallecieron en un accidente y mis padres lo acogieron en nuestro hogar.

Al principio me alegraba tener compañía para jugar, pero pronto me di cuenta de que Michał se convirtió en el consentido de mis padres.

Cuando él recibía juguetes nuevos, yo me conformaba con los viejos. Cuando le compraban ropa nueva, yo tenía que usar su ropa que ya no le quedaba.

“Como eres niña, estas prendas son neutrales” – me explicaba mamá. Estaba furiosa, pero ¿qué podía hacer?

A la sombra de Michał

Con el tiempo, las diferencias entre nosotros se hacían más evidentes. Michał sacaba las mejores notas, jugaba en el equipo de fútbol de la escuela y mis padres se sentían orgullosos de él.

Yo era promedio en los estudios, pero me encantaba dibujar. “¿De qué te sirve pintar? ¡Sigue el ejemplo de Michał!” – escuchaba casi a diario.

Sentía que era solo un accesorio en la vida de mis padres. Dolía, pero me prometí que algún día les demostraría que valía más de lo que pensaban.

El cambio de papeles

Pasaron los años. Michał eligió el camino fácil: en lugar de estudiar, empezó a trabajar de manera ocasional y se rodeó de malas influencias. Yo, en cambio, logré entrar a la universidad de arte.

Con trabajo duro y determinación, comencé a tener éxito como diseñadora de moda. Mis padres, que antes no apoyaban mi pasión, de repente comenzaron a presumir de mí.

“Nuestra hija ha logrado un gran éxito” – decían con orgullo. Pero yo recordaba cómo me trataban cuando era niña.

Michał, que alguna vez fue su orgullo, ahora estaba perdido en el olvido. Perdió su trabajo, se endeudó y vino a pedirme ayuda.

El encuentro que heló mi corazón

Un día, de repente, tocó a mi puerta. Cuando lo vi, ya no era el joven que había conocido.

Estaba con ropa sucia, con la cara agotada. “Por favor, ayúdame, Kati. Préstame dinero para que pueda empezar de nuevo” – me dijo.

Cada instante de ese momento trajo a mi mente recuerdos del pasado. Ver sus ropas desgastadas me recordó aquellos años en los que yo también tenía que usar lo que él ya no quería.

Mi respuesta fue breve y fría: “No soy tu banco, Michał. Tus padres te dieron todo y lo malgastaste. Ahora eres tú quien debe poner en orden tu vida.”

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