Incluso embarazada, hacía todo – su suegra le enseñó el papel de la mujer!

ENTRETENIMIENTO

Siempre creí ser un compañero en quien se puede confiar. Por eso me sorprendió tanto que mi prometida, incluso estando embarazada, se aferrara con determinación a sus antiguas responsabilidades domésticas.

Constantemente se preocupaba de si mi ropa estaba planchada, y los fines de semana, a pesar de estar agotada, salía corriendo a hacer las compras…

Trataba de convencerla de que descansara, pero cada objeción que hacía solo intensificaba su obstinación.

Finalmente decidí tratar de entender qué estaba detrás de todo esto. Lo que descubrí sobre los roles en nuestra relación me dejó completamente sorprendido.

Cuando me enteré de que iba a ser padre, sentí una inmensa felicidad y una gran responsabilidad.

Quería darle a mi prometida todo lo necesario para que se sintiera cómoda y segura.

Sin embargo, me di cuenta de que, incluso en las últimas etapas de su embarazo, ella persistía en cumplir con todas las tareas del hogar.

Cocinaba, limpiaba y… incluso lavaba mi ropa interior, lo que me empezó a incomodar.

Intenté explicarle que no era necesario que tuviera mi camisa planchada todos los días y que las compras podían esperar, pero siempre reaccionaba con algo de pánico.

«Tu madre no me lo perdonaría,» decía, medio en broma, medio en serio. Cada vez ignoraba mis peticiones de que descansara, lo que comenzaba a frustrarme cada vez más.

Después de una discusión acalorada, logré descubrir qué había detrás de su comportamiento. Resultó que mi futura suegra tenía una influencia considerable en todo esto.

Desde el comienzo de nuestra relación, le había repetido a mi prometida que «una buena esposa se encarga del hogar y de su marido», sin importar lo que ocurriera.

«Es el rol de la mujer», decía con firmeza, y sus palabras eran especialmente poderosas cuando mi prometida se sentía físicamente agotada.

Mi suegra parecía querer que viviéramos según las antiguas normas. Tenía muchas «sugerencias» que transmitía a mi prometida con esmero.

La teoría era simple: la mujer debe apoyar y consentir al hombre. Incluso cuando veía a su hija apenas pudiendo subir las escaleras con las bolsas de la compra, no veía nada de malo en ello.

Un día, cuando mi prometida seguía rechazando mis solicitudes de descanso, ya no pude más y decidí hablar con su madre.

Sabía que esto podría terminar en una discusión, pero sentía que no tenía otra opción. Para mi sorpresa, escuchó mis quejas con calma y luego me miró con cierta lástima.

«Querido, quizás ahora pienses que quieres ayudarla, pero cuando el bebé nazca, todo cambiará. Una mujer de verdad siempre cuida de su familia, sin excepciones.

Debe ser fuerte y estar lista para todo», dijo, mientras sus palabras me caían como un cubo de agua fría.

Fue entonces cuando me di cuenta de que teníamos una visión completamente diferente sobre las relaciones y los roles en el matrimonio.

Después de esa conversación, decidí que yo sería el que lucharía por el equilibrio en nuestra relación.

Tomé la decisión de hablar abiertamente con mi prometida, enfatizando que no quería que se sintiera obligada a cumplir con las expectativas tradicionales del pasado.

Era importante para mí que entendiera que, para mí, su salud y bienestar eran lo más importante, y que no tenía que esforzarse por asumir el rol de la esposa perfecta.

Nuestra conversación nos alivió a ambos, aunque ella tuvo que cambiar gradualmente su forma de pensar para poder disfrutar de su embarazo y de la maternidad.

Fue un proceso largo, lleno de momentos difíciles y muchas pequeñas discusiones.

Pero, al final, comprendió que nuestra felicidad no dependía de si cumplía con todas las tareas domésticas, sino de cuánto apoyo y comprensión nos dábamos mutuamente.

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