Todo comenzó con pequeños comentarios que lentamente fueron envenenando nuestro matrimonio.
Mi suegra tenía una habilidad especial para manipular, y lamentablemente mi esposa caía en su trampa.
Con el tiempo, las mentiras se acumulaban, hasta que finalmente el vaso se desbordó…
Pero esto no terminó ahí. Cuando pensaron que controlaban completamente mi vida, la vida misma decidió hacer justicia.
¿O tal vez fue solo una estrategia bien pensada de mi parte? Al fin y al cabo, llegó el momento de que pagaran por sus acciones…
Cuando visité por primera vez la casa de los padres de mi esposa, me di cuenta inmediatamente de que su madre era una mujer que le gustaba tener el control.
Siempre tenía la última palabra, ya fuera sobre la cena o decisiones más importantes en la vida.
Después de casarnos, traté de mantener la distancia y no dejar que interfiriera en nuestra vida, pero pronto me di cuenta de que eso era mucho más difícil de lo que pensaba.
Al principio comenzaron a surgir pequeños comentarios: “¿Te respeta realmente?”, “Lo vi con una mujer rubia, parecía sospechoso”, “¿No crees que gasta demasiado en sí mismo y muy poco en la casa?”
Mi esposa al principio lo tomaba a broma, pero con el tiempo algo cambió.
Un día, mi esposa llegó a casa más pálida que una pared. “Mamá dijo que te vio con una rubia. ¿Quién era ella?” – me preguntó, su voz reflejaba enojo y miedo.
Me sorprendió, porque en ese momento pasaba todo el día trabajando y la única rubia que conocía era nuestra nueva contable.
Intenté explicarle que todo eso era una mentira, pero la tensión entre nosotros solo aumentaba. Mi suegra echaba más leña al fuego, hasta que mi esposa comenzó a creer que llevaba una vida secreta.
Después de una de las muchas discusiones, empacó sus cosas y se fue a vivir con su madre.
El divorcio fue rápido, ya que no teníamos hijos ni bienes importantes que dividir.
Mi suegra se sintió vencedora, convencida de que había “salvado” a su hija de un matrimonio tóxico. Sin embargo, no contaba con una cosa: tenía un plan para mostrarles lo equivocadas que estaban.
Resultó que el nuevo departamento al que se mudó mi ex esposa fue parcialmente pagado con dinero que en su momento le presté a mi suegra.
No había ningún documento, todo fue hablado. Decidí reclamar lo que me correspondía.
Presenté una demanda, mostrando las transferencias bancarias y la correspondencia con mi suegra. El caso era claro: tenía todo el derecho de exigir la devolución de mi dinero.
El tribunal falló a mi favor, y ordenó que la madre de mi ex esposa me devolviera el total, lo que dejó a ambas mujeres en shock.
Como mi suegra no tenía dinero, mi ex esposa tuvo que ayudarla a pagar la deuda. Su “perfecto” plan de venganza contra el “mal esposo” terminó volviéndose en su contra.
Hoy, ambas apenas logran salir adelante, y yo… bueno, siento que la justicia finalmente se ha hecho.