Marta soportó durante años la pereza de su esposo. Al principio, como toda mujer enamorada, creía que con el tiempo él cambiaría.
Trabajaba día y noche para mantener el hogar, pagar las facturas y asegurarle a su hija una vida digna.
Su esposo, en cambio, siempre hablaba de grandes planes que nunca se materializaban. «Pronto encontraré trabajo», repetía, pero pasaban los años y sus promesas se quedaban vacías.
Finalmente, Marta no aguantó más. Un día, después de otra discusión infructuosa sobre el dinero, miró a su esposo a los ojos y dijo lo que llevaba tanto tiempo guardado en su corazón: «Vete.»
No pensó que llegaría ese momento, pero al decir esas palabras, sintió una enorme liberación, como si se hubiera quitado un peso de encima.
Su esposo empacó sus cosas y se fue, sin poner mucha resistencia. Fue extraño, pero Marta no se detuvo a analizarlo demasiado.
Días después de que su esposo se fuera, Marta decidió ordenar sus pertenencias. Al revisar los documentos, encontró una pila de cuentas ocultas que nunca antes había visto.
El primer papel que miró fue un extracto bancario. Marta no podía creer lo que veía.
Era una cuenta de la que nunca había oído hablar, y estaba llena de dinero, las mismas cantidades que su esposo había dicho que invertiría.
Durante años él había fingido no tener dinero, mientras ahorraba grandes sumas a sus espaldas.
A medida que continuaba revisando los papeles, descubría más mentiras. Otros documentos revelaban que su esposo tenía una propiedad de la que no sabía nada.
Siempre pensó que lo conocía a fondo, pero ahora cada nueva evidencia le erizaba la piel.
Resultó que durante todos esos años él había escondido la verdad, engañándola y aprovechándose de ella.
Marta se sintió traicionada, como si el suelo se abriera bajo sus pies. ¿Cómo había podido estar tan ciega frente a lo que ocurría justo delante de ella?
¿Por qué su esposo, quien debía ser su apoyo, la había explotado de esa manera tan cruel? Las respuestas no venían fácilmente, pero una cosa era segura: su esposo nunca regresaría a su hogar.
Marta decidió que las cuestiones financieras se resolverían en los tribunales.