Veronika llevaba meses regresando de su casa de campo, que había puesto a la venta, cuando se detuvo en un pequeño pueblo para ver a dos niñas que construían una pirámide de frascos de mermelada en el borde del pueblo.
La niña más tímida pero encantadora, Nastya, vendía una mermelada especial que anunciaban como «pronósticos mágicos».
La mayor, más hábil y charlatana, explicó que las mermeladas las preparaba su abuelo, un misterioso guardabosques que recolectaba todo tipo de bayas en lo profundo del bosque.
Lo realmente extraordinario, sin embargo, era que dentro de las mermeladas se ocultaban mensajes que el abuelo soñaba todas las mañanas: pronósticos que podían ayudar a las personas.
Veronika, que ya había estado intrigada durante mucho tiempo por lo que había dentro de los frascos, compró uno y lo llevó al hospital para su suegra enferma, que a pesar de todo, necesitaba un poco de alegría.
El médico, mientras sostenía el frasco de mermelada, de repente notó que algo estaba escondido debajo de él. ¡Una foto! Un niño atado, que estaba justo frente a la cabaña del abuelo en el bosque.
El médico, sorprendido, miró la foto y de inmediato le dijo a Veronika que contactara a la policía. La foto resultó ser de una de las víctimas del secuestro infantil ocurrido la semana pasada.
Veronika pronto se enteró a través de las noticias que el niño en la foto era el hijo de un conocido empresario, y que probablemente el abuelo había intentado ayudar a los padres en secreto.
Cuando Veronika se reunió con su esposo, quien también reconoció al niño, quedó claro que el abuelo tal vez ya sabía sobre el secuestro cuando preparaba la mermelada.
Inmediatamente querían ir a la policía, pero Veronika sugirió que primero intentaran contactar a una antigua conocida médica que conocía a un amigo militar y que tal vez podría ayudarles con el caso.
A continuación, vino el plan: Veronika y su esposo, Valeria, que siempre se había preocupado por su hijo, se embarcaron en una complicada investigación para descubrir dónde podrían tener al niño.
Arsen, un hombre fuerte y experimentado, se unió a ellos para ayudar a resolver el caso.
Arsen, aunque más conocido en círculos químicos y militares, mantenía una estrecha relación con un médico que podría ayudar en el rescate del niño.
Las pistas los llevaron a una casa en medio del bosque, donde Dmitrij, el guardabosques local, había estado tomando fotos en secreto de los secuestradores que se escondían en los alrededores.
El hombre los observó durante mucho tiempo, y cuando se aseguró de que los secuestradores realmente estaban en la zona, les ayudó a liberar a Kostja.
De noche, cuando llegaron a la casa oculta, Arsen adormeció hábilmente a los guardias, y Valeria finalmente logró liberar a su hijo.
El niño dormía bajo las sábanas, y cuando Valeria lo vio, casi no podía creer lo que veía. La tensión en el aire era palpable, pero lograron escapar del lugar.
Veronika, con la ayuda de los hombres, condujo el coche para llevar a Kostja a un lugar seguro lo más rápido posible.
Después de horas en la casa, cuando la misión de rescate había tenido éxito, la familia, cuyo hijo ahora estaba a salvo, abrazó a los rescatadores con gran gratitud.
Los invitaron a cenar para expresarles su agradecimiento por sus valientes acciones.
Al final de la historia, después de que todos regresaron a casa con una gran sensación de alivio,
Arsen recibió una propuesta inesperada: el empresario le ofreció ser el protector de su hijo, lo que podría haberle dado un nuevo comienzo en su vida.
Después de toda esa aventura, Veronika y Arsen comenzaron un nuevo capítulo en sus vidas, y aunque los eventos del pasado los cambiaron para siempre, una cosa era segura: la amistad que habían forjado y la unión familiar permanecerían para siempre.
Como resultado de la investigación, finalmente lograron identificar y arrestar a los secuestradores, quienes recibieron el castigo que merecían.
Veronika, que siempre se había mantenido firme, ahora estaba segura de que, pase lo que pase, su familia y sus amigos siempre estarían a su lado.