“¡Mi marido coquetea con otras mujeres y le encanta! Pero pronto entenderá el error que cometió…”

ENTRETENIMIENTO

Siempre supe que mi esposo atraía las miradas de las mujeres. Era el tipo de hombre que, donde quiera que estuviera, instantáneamente captaba la atención de todos.

Su carisma, su seguridad y su aspecto físico lo ponían en el centro de todas las miradas.

Al principio no me molestaba – después de todo, ¿quién no querría un esposo atractivo del que pudiera sentirse orgullosa?

Veía cómo las mujeres lo observaban con envidia, y me sentía orgullosa de que él fuera mío.

Pero con el tiempo, algo comenzó a cambiar. Ya no se trataba solo de miradas casuales o cumplidos amables.

Comencé a notar que para él coquetear con otras mujeres se estaba convirtiendo en un juego, y lo peor era que ya no intentaba esconderlo de mí.

Antes lo hacía de manera sutil, pero ahora lo hacía delante de mis ojos, como si no tuviera importancia.

Lo veía sonriendo mientras respondía a los cumplidos, coqueteando en reuniones sociales, y cada vez sentía que lo que antes era una simple característica, ahora estaba cruzando límites.

Al principio traté de ignorarlo, pensando que tal vez lo estaba exagerando. Pero con cada fiesta, cada cena en restaurante o encuentro con amigos, la situación empeoraba.

Las mujeres coqueteaban abiertamente con él, y él parecía disfrutar la atención que recibía, como si fuera lo más natural del mundo que siempre estuviera rodeado de ellas.

Recuerdo especialmente una ocasión en la que todo cambió.

Estábamos en la boda de unos amigos, la fiesta estaba en su apogeo, cuando de repente vi a mi esposo bailando con una mujer que apenas conocía.

No era un baile amistoso, veía cómo se lanzaban sonrisas coquetas, cómo la mano de ella recorría su brazo, y él no hacía nada para detenerlo.

Al contrario, sonreía ampliamente, como si fuera lo más natural del mundo.

Entonces sentí que la rabia comenzaba a surgir en mí. Miraba cómo coqueteaba ante mis ojos, como si no hubiera problema alguno.

Cuando le señalé su actitud, solo encogió los hombros y con una gran sonrisa dijo: “Estás exagerando, es solo diversión.”

Ya no podía seguir tolerando esto. Después de esa noche, supe que tenía que hacer algo al respecto.

Comencé a hablar con él, explicándole cuánto me dolía su comportamiento, cómo afectaba nuestra relación.

Pero mi esposo – que era inteligente y elocuente – siempre encontraba una excusa. “Es solo un coqueteo inocente,” decía. “Cariño, tú eres lo más importante para mí. Solo es diversión.”

Pero para mí, ya no era diversión. Me sentía despectiva, humillada e ignorada.

Su actitud no estaba construyendo nuestra relación, sino que lentamente la estaba destruyendo. Cada coqueteo, cada sonrisa inocente hacia otra mujer era como una puñalada por la espalda.

Sabía que tenía que hacer algo. Ya no podía seguir viviendo a la sombra de sus coqueteos e ignorando mis propios sentimientos.

Me di cuenta de que si no hacía algo, pronto sería solo una sombra en su vida, mientras él seguía disfrutando de la atención de otras mujeres.

En lugar de rendirme y dejar que su actitud destruyera nuestro matrimonio, decidí actuar.

Sabía que las conversaciones no cambiarían nada, no con un hombre que no veía sus errores.

Decidí que era momento de mostrarle cuán equivocado estaba al pensar que podía coquetear delante de mí sin consecuencias.

Lo primero que hice fue dejar de estar tan disponible para él. Dejé de preocuparme tanto por sus necesidades como antes, y empecé a concentrarme más en mí misma.

Empecé a verme aún mejor, a cuidarme más, y pronto muchos otros hombres notaron el cambio.

Así como él disfrutaba de la atención de otras mujeres, yo empecé a atraer a hombres que, sin duda, eran menos arrogantes que él.

En una de nuestras reuniones sociales, cuando nuevamente coqueteaba delante de mí, hice algo que no se esperaba.

En lugar de enfurecerme, comencé a coquetear con uno de sus amigos, de manera inocente, con una sonrisa, pero lo hice de tal forma que él rápidamente se dio cuenta de cómo se veían las cosas desde el otro lado.

Vio cómo otro hombre se reía de mis bromas, cómo me miraba con interés. Y entonces, por primera vez, vi un atisbo de celos en sus ojos.

Desde ese momento algo cambió. Mi esposo, que antes creía que podía coquetear con quien quisiera sin enfrentar consecuencias, empezó a darse cuenta de que yo también podía jugar ese juego.

En sus ojos apareció la incertidumbre, y empezó a mostrarme más atención y cuidado.

No soy partidaria de la manipulación, pero sabía que tenía que mostrarle que no soy alguien que se pueda ignorar fácilmente.

Poco después comprendió que su actitud podría haberlo llevado a perder lo más importante para él: nuestra relación.

Hoy nuestra situación es diferente. Mi esposo sabe que coquetear frente a mí no es un juego, y que no soy la persona que lo tolerará por siempre.

(Visited 57 times, 1 visits today)
Califica el artículo
( Пока оценок нет )