„Llamada cambia la vida de una viuda solitaria para siempre!”

ENTRETENIMIENTO

La señora Helena, viviendo sola desde hacía años, pasaba cada día sumida en los recuerdos de su amado esposo, quien había partido hacía ya mucho tiempo.

Cada mañana se sentaba junto a la ventana, observando su foto juntos de cuando eran jóvenes, y rezaba para poder sentir su presencia, aunque solo fuera por un momento…

Pero un día, su tranquilo y silencioso mundo se vería sacudido cuando el teléfono sonara y escuchara algo que la dejaría completamente sorprendida…

Al principio no podía creer lo que oía, sonaba casi irreal, increíble. Sin embargo, la voz en el auricular hizo que las lágrimas se acumularan en sus ojos y su corazón latiera más rápido.

Lo que sucedería después superaría todas sus expectativas – estaría lleno de emociones y recuerdos difíciles de creer…

Helena había sido viuda durante veinte años. Desde que su esposo Andrés falleciera repentinamente de un infarto, el mundo a su alrededor perdió sus colores. Cada día le parecía vacío, sin alegría.

Su único consuelo era una foto juntos, tomada durante su primer viaje al mar. Estaba sobre la cómoda, cerca de la ventana.

Cada mañana se sentaba frente a ella, la miraba y revivía los momentos felices vividos con Andrés.

Una noche lluviosa, como era costumbre, Helena estaba sentada frente a la cómoda, sosteniendo el marco con la foto de su esposo. De repente, el sonido del teléfono la sacó de su concentración.

No esperaba que alguien llamara a esa hora. Con algo de temor, levantó el auricular.

– ¿Señora Helena? – dijo una voz al otro lado de la línea, que sonaba como un eco del pasado. Su corazón dio un vuelco. No reconocía esa voz, pero le sonaba extrañamente familiar.

– Sí, ¿quién habla? – respondió insegura.

– Soy Andrés… – escuchó las palabras que resonaron en su cabeza. ¿Era posible? Por un momento pensó que se había confundido, que no podía ser cierto que estaba escuchando la voz de su difunto esposo.

Se apoyó en la silla, sintiendo como el calor de su corazón desaparecía.

– No puede ser… ¿Andrés, eres tú? – susurró, mientras las lágrimas comenzaban a caer y sus manos temblaban.

– No soy el Andrés que conoces… Pero por favor, escúchame, todo se aclarará – dijo la voz, que a pesar de la incertidumbre, llevaba consigo una extraña esperanza.

Helena guardó silencio. No sabía qué responder, pero sentía que algo importante estaba sucediendo. La voz al otro lado de la línea era cálida, como si realmente conociera a su amado Andrés.

El hombre le explicó que había sido un amigo cercano de Andrés. Antes de su muerte, Andrés le había confiado un valioso secreto, algo que debía llegar a Helena cuando el momento fuera el adecuado.

– Andrés quería que lo recibieras cuando estuvieras lista… – dijo suavemente.

Unos días después, Helena recibió un paquete. Su corazón latía acelerado mientras abría el sobre. Dentro encontró una carta escrita a mano por su difunto esposo.

En la carta, Andrés describía todos los momentos que aún quería vivir a su lado, expresaba su amor por ella y lamentaba haber tenido que irse tan repentinamente.

Helena lloró mientras sostenía esas palabras, como si fueran un pedazo de su alma. De repente, sintió que ya no estaba tan sola, que Andrés estaba cerca de ella, que nunca lo había perdido.

Finalmente, tenía lo que tanto había esperado durante todos esos años: una prueba de que el amor perdura más allá de la muerte.

La carta de Andrés le dio fuerzas para volver a creer en la vida. Sentía que él estaba con ella todos los días.

Su amor, aunque ya no perteneciera a este mundo, seguía vivo, y ella nunca más estaría realmente sola.

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