Mi mejor amiga me invitó a unas vacaciones de ensueño, pero fue en el aeropuerto cuando descubrí la impactante verdad sobre quién realmente estaba pagando por todo…

Plantas

El viaje que nunca debió suceder

Creía conocer a Ola mejor que a nadie. Si alguien me hubiera preguntado quién era la persona en la que más confiaba en este mundo, habría respondido su nombre sin dudar. Juntas habíamos reído, llorado, planeado el futuro y remendado las heridas del pasado.

Por eso, cuando me propuso un viaje a una isla paradisíaca, sin costos ni preocupaciones, no lo pensé dos veces.

—Todo corre por mi cuenta —dijo con una sonrisa luminosa—. Solo di que sí.

Y lo dije.

Nunca imaginé que, al aceptar, me estaba subiendo a un tren sin frenos rumbo al desastre.

La incomodidad antes de despegar

Desde el inicio, algo me inquietaba. No sabía decir exactamente qué era. Tal vez la forma en la que Ola evitaba hablar de los detalles del viaje, o la manera en que sus respuestas se volvían vagas cada vez que intentaba entender cómo había conseguido costear semejante lujo.

—No te preocupes por eso —respondía siempre—. Solo disfruta.

Intenté tranquilizarme. No había razones para desconfiar de ella. Era mi mejor amiga, la persona que había estado a mi lado en los peores momentos.

Pero a veces, incluso los espejos más pulidos ocultan fisuras invisibles hasta que es demasiado tarde.

Un fantasma en el aeropuerto

El día del viaje, el aeropuerto estaba repleto de turistas emocionados. Sin embargo, en medio de toda esa alegría, Ola parecía distinta. Miraba su teléfono con insistencia, como si esperara un mensaje que no llegaba.

Y entonces, lo vi.

Paweł.

El exnovio de Ola.

El mismo hombre que le había hecho pedazos el corazón y del que juró haberse librado para siempre.

Mi piel se erizó. Paweł nos miraba con una sonrisa demasiado confiada, como si ya supiera cómo iba a desarrollarse cada segundo de lo que vendría después.

Mi primera reacción fue buscar respuestas en el rostro de Ola, pero ella evitó mi mirada.

—¿Qué hace aquí? —pregunté, sintiendo que el suelo bajo mis pies empezaba a desmoronarse.

—Todo está bajo control —murmuró ella.

Pero su tono me decía todo lo contrario.

El golpe de la verdad

Me negué a avanzar sin respuestas. No me moví un solo centímetro hasta que Ola, al fin, dejó caer la verdad como una bomba entre nosotras.

—Él pagó el viaje —susurró.

El aire pareció evaporarse de mis pulmones.

—¿Paweł? —repetí, esperando que, de algún modo, hubiera entendido mal.

Pero ella no negó nada.

—Me debía esto —dijo con frialdad—. Me destruyó, me dejó en ruinas. ¿Sabes cuántas noches lloré por su culpa? Esto es solo justicia.

No podía creer lo que escuchaba.

Para ella, esto no era un viaje. Era una trampa. Un ajuste de cuentas envuelto en boletos de avión y promesas de arena blanca.

—¿Y yo? —pregunté, sintiendo cómo la indignación me consumía—. ¿Yo qué soy en todo esto?

Ola bajó la mirada. No tenía respuesta para mí.

Porque, en su juego de venganza, yo no era más que una pieza de su tablero.

El último adiós

No podía seguir. No podía embarcarme en un viaje construido sobre mentiras y resentimiento.

Sin decir una palabra más, tomé mis maletas y caminé en dirección contraria.

Ola me llamó, pero no me detuve.

No miré atrás.

Tal vez, en otra vida, nuestra amistad habría sido diferente. Tal vez habría durado para siempre.

Pero en esta, se quedó varada en aquel aeropuerto, entre la puerta de embarque y la revelación que lo cambió todo.

Ahora, cuando pienso en ella, no siento odio ni rencor. Solo me pregunto qué pasaba por su mente cuando decidió arrastrarme a su plan.

Y me pregunto también: ¿qué habrías hecho tú en mi lugar?

¿Te habrías subido a ese avión o habrías elegido, como yo, la única libertad que quedaba?

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