Alexei había cambiado la cerradura. Estaba preparado para su regreso. Lena entró en el dormitorio y comenzó a empacar sus cosas con las manos temblorosas.
Alexei ya no le dirigió la palabra. Se retiró a otra habitación, dejándola tiempo para recoger sus pertenencias y desaparecer de su vida.
Durante un largo rato, Lena no comprendió por qué la llave no abría la puerta. La giró en todas direcciones, pero la cerradura parecía bloqueada, sin hacer el más mínimo intento de ceder.
De repente, la puerta se abrió por sí sola. La llave quedó en su mano.
Lena miró sorprendida y, al alzar la vista, vio a Alexei frente a ella, con una expresión que solo mostraba ira.
Su rostro estaba rojo de furia, y su mirada destilaba dolor y decepción, algo más profundo que cualquier otro sentimiento.
“No podía entrar…” murmuró Lena, aún asimilando lo que sucedía.
Alexei la miró con furia. Su rostro se distorsionaba, y en sus ojos brillaba algo que Lena nunca había visto antes.
“¡Toma tus cosas y vete de mi casa!” siseó entre dientes.
El corazón de Lena se contrajo. Las palabras la dejaron sin aliento, y las lágrimas empañaron su visión.
“¿Pero por qué?” susurró. No lograba entender qué estaba pasando.
“¿Todavía lo preguntas? No te importa que hayas estado en la cama con otro mientras yo no estaba en casa, ¿verdad? No solo traicionaste mi cuerpo, sino toda mi vida.”
Lena rompió en llanto. Las lágrimas la ahogaban, no tenía fuerzas para responder.
Sabía que su esposo tenía razón. Sí, lo había engañado. Pero ¿por qué lo hizo? Porque todavía amaba a Pavel, el único hombre que había amado en su vida.
Artem, su hijo, llegó a su vida cuando Lena tenía solo dieciocho años.
A tan corta edad, era ingenua, y pensaba que un hijo sería suficiente para que Pavel se quedara con ella.
Pero no fue así. Pavel no dejó a su familia. Y poco después de que Artem naciera, Lena descubrió que el niño tenía problemas cardíacos.
El médico le dijo: “Es necesaria una cirugía costosa, pero si quiere, podemos hacerla, aunque las listas de espera son largas.”
Lena no tenía dinero, sus padres eran obreros y Pavel la abandonó.
Fue entonces cuando Alexei apareció en su vida. Un hombre que, después de un divorcio, decidió ayudar a una joven mujer en apuros.
Dos meses después se casaron, y Artem fue operado con éxito.
“Si no hubieras estado tú, ¿qué habría pasado?” solía decir Lena, abrazando a Alexei y besándolo.
Pero después Pavel volvió a su vida, después de años de ausencia. Al verlo, todos sus sentimientos resurgieron. Lo seguía amando, sentía que el tiempo no había pasado.
Pavel pensaba lo mismo, creyendo que aún quedaba algo entre ellos. Pero Lena ya estaba casada, y su vida con Alexei iba bien.
A pesar de todo, Pavel preguntó: “¿Vas a dejar a tu esposo?” Lena dudó, pero no respondió de inmediato. ¿Por qué debería dejar a Alexei? Él lo había dado todo por ella y por su hijo.
Sin embargo, Pavel quería que ella dejara a su marido, pero no pensaba abandonar a su segunda esposa.
Lena no se atrevió a contárselo a nadie, pero había una persona que sabía todo: Anzhela, su amiga.
Anzhela era la única que nunca le había ocultado nada. La amiga escuchaba sus relatos sobre el amor ardiente que sentía por Pavel y trataba de entender por qué Lena no podía dejarlo ir.
“No puedo dejar a Alexei” le dijo un día Lena. “Él ha hecho tanto por mí y por Artem.”
Pero Anzhela le respondió con una mirada compasiva: “¡Pero le estás mintiendo! ¿Por qué lo haces sufrir? ¿Por qué te haces sufrir a ti misma?”
Lena se quedó en silencio, intentando comprender por qué actuaba de esa forma.
Pero el miedo, la inseguridad y la sombra del pasado no la dejaban avanzar. No quería perder todo lo que Alexei le había dado.
Al final, fue Anzhela quien le contó todo a Alexei. Le mostró las fotos con las que Lena se jactaba, y el hombre se enteró de toda la verdad. Lena quedó atónita.
“¿Por qué lo hiciste?” preguntó casi en un susurro.
“Porque quería que la verdad saliera a la luz” respondió Anzhela. “Lo has arruinado todo. No solo la familia de Pavel, sino tu propia vida.”
Lena se quedó en silencio. Lo había perdido todo: a su marido, a su mejor amiga, la seguridad que conocía. Todo se desmoronó, y su futuro se volvió completamente incierto.
Pero una cosa estaba clara: todo en la vida tiene un precio.
Meses después, después de su divorcio, Lena intentó reconstruir su vida, pero algo le faltaba. El amor que había buscado ya no estaba. La verdadera felicidad se convirtió en solo un recuerdo lejano.
Y aunque Artem siempre estuvo a su lado, Lena finalmente comprendió que la vida no siempre da segundas oportunidades.