Después del incidente en el que Rita llevó a Ilya al hospital, no pudo dejar de pensar en él.
Era una persona naturalmente compasiva y la idea de que lo había ayudado, pero ahora él estaba en peligro, no le daba paz.
Unos días después, recibió una llamada del hospital. Era el médico que atendía a Ilya.
Le explicó que aunque su condición había mejorado ligeramente, aún seguía en estado crítico. Ilya estaba gravemente herido y no había mostrado signos de respuesta.
Además, no tenía documentos ni seguro médico. El doctor le preguntó si podía ayudar a descubrir su identidad.
Rita prometió que iría. Al día siguiente, cuando llegó al hospital, encontró a Ilya en una cama, visiblemente debilitado. Pero al verlo, él le dedicó una sonrisa cansada y susurró, agradecido:
«Gracias… eres como un ángel.»
Rita se sentó junto a su cama y le preguntó qué había sucedido. Ilya guardó silencio por un momento, como si intentara encontrar las palabras, y luego comenzó a relatar su historia.
«Estaba en la calle cuando me atacaron… Pero no es tan sencillo. Me están persiguiendo. Quieren matarme. Estoy huyendo. No es la primera vez.»
Rita lo escuchó atentamente mientras él continuaba.
«¿Quiénes son esas personas? ¿Qué quieren de ti?» preguntó, preocupada.
Ilya la miró con ojos apagados, su voz casi inaudible. «No te acerques, Rita. No quiero que sepas quiénes son. Créeme, no deberías involucrarte.»
Pero Rita no podía simplemente alejarse. Decidió que lo ayudaría, aunque él la advirtiera una y otra vez que no se metiera en su problema.
«No puedo dejarte así, Ilya. Te ayudaré. Dime qué ocurrió. Tal vez pueda encontrar la forma de ponerte a salvo.»
Durante los días siguientes, Rita visitaba a Ilya regularmente, pero una mañana descubrió que había desaparecido de su habitación.
La enfermera le dijo que se había ido por la noche, a pesar de que le habían prohibido salir.
«¿Se ha ido? ¿Cómo pudo desaparecer así?» preguntó Rita, horrorizada.
«Sí, ya no está. Se escapó cuando nadie lo vigilaba», respondió la enfermera.
Rita no podía creerlo. Sabía que si realmente quería ayudarlo, debía encontrarlo. Así que comenzó a buscarlo.
Visitó varios lugares donde pensaba que podría estar, y después de una larga búsqueda, dio con un edificio abandonado en las afueras de la ciudad.
El lugar tenía un aire sombrío, las ventanas estaban tapiadas. Y allí, en la oscuridad, encontró a Ilya, sentado en el suelo, rodeado de cajas viejas y muebles deteriorados.
Parecía agotado, pero cuando lo vio, le dedicó una sonrisa débil.
«Sabía que vendrías», dijo.
«¿Qué haces aquí, Ilya? ¿Por qué te fuiste? ¿Qué está pasando contigo?» le preguntó Rita con preocupación.
Ilya suspiró profundamente y empezó a explicarle lentamente: «Era parte de un pequeño grupo criminal. Pero hace unos meses, mi hermano murió en un atraco.
Desde entonces estoy huyendo. Creen que soy responsable de su muerte. Me he escondido porque me siguen persiguiendo.
Y ahora, después de todo lo que ha pasado, no sé a dónde ir.»
Rita lo escuchaba con atención, sintiendo cómo aumentaba su preocupación. «¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡No tenías que escapar!»
«No entiendes, Rita. Esos tipos son peligrosos. No van a parar hasta encontrarme. Es mejor que no te metas en esto», respondió Ilya con una mirada seria.
Pero Rita no podía dejarlo solo. Sentía que tenía que estar allí para él, aunque fuera arriesgado.
«Te ayudaré, Ilya. No te dejaré en este estado. No estás solo, ¿lo entiendes? Juntos encontraremos la manera de dejar todo esto atrás.»
Durante las semanas siguientes, Rita e Ilya comenzaron a buscar una forma de escapar. Rita estaba decidida a ayudarlo, pero sabía que debían proceder con cautela.
Se puso en contacto con algunos conocidos de Kostya que podían ayudarles a encontrar lugares seguros.
Pasó un tiempo, pero finalmente encontraron una manera de que Ilya pudiera abandonar la ciudad sin ser atrapado por sus perseguidores.
Rita le ayudó a dejar todo atrás, y encontraron un lugar apartado donde él estaría a salvo.
A lo largo de ese proceso, Rita comenzó a darse cuenta de que su decisión de ayudar a Ilya era más que un acto de compasión.
Era una nueva oportunidad para empezar una vida diferente, una vida que podría construir junto a él.
Ya no se sentía tan sola. Se sentía más como una aliada, como alguien que podía aportar un poco de luz en un mundo oscuro.
Aunque su futuro seguía siendo incierto y ambos temían que los perseguidores los encontraran, Rita ya no era la mujer que había regresado a casa llena de desesperación y dolor.
Había decidido luchar: por Ilya, por ella misma y por la nueva vida que les esperaba.
Y aunque seguía pensando en las heridas del pasado, estaba convencida de que juntos podrían construir un futuro, lejos de la destrucción y el sufrimiento que habían dejado atrás.