La esposa dijo: «Manda a tu padre a un asilo, o me iré.»

ENTRETENIMIENTO

Cuando Angela le pidió a su esposo que trasladara a su envejecido padre a un hogar de ancianos, no imaginaba que esa decisión desencadenaría una serie de eventos que cambiarían para siempre la vida de su familia.

Stefan, atrapado entre el amor que sentía por su esposa y su lealtad hacia su padre, tomó una decisión que destrozaría los cimientos de su relación y alteraría su futuro.

Era una mañana común, cuando Gektor se encontraba solo en la cocina, sosteniendo una taza de café, con las manos ligeramente temblorosas.

Las paredes de la casa que había construido junto a su difunta esposa Lina, durante años de esfuerzo y sacrificio, parecían susurrarle al oído los ecos de un pasado lejano.

En las paredes colgaban fotografías de la graduación de Alex, de otros momentos familiares; cada imagen era un testamento de un amor que el tiempo no logró quebrantar.

«Siempre dijiste que algún día me volvería viejo y amargado. Tenías razón, Lina…», murmuró Gektor, mirando la foto de su esposa que aún reposaba sobre la mesa.

A pesar de las caras familiares en las fotos, la casa se sentía vacía, como si algo esencial hubiera desaparecido. Lina ya no estaba, y su ausencia impregnaba cada rincón del hogar. Gektor sintió una punzada de dolor mientras rememoraba los años que compartieron.

«¿Papá, estás bien?» La voz de Stefan rompió el silencio cuando entró en la cocina, con una expresión preocupada en el rostro.»Sí, estoy bien. Solo estaba pensando», respondió Gektor, tomando otro sorbo de su café.

Stefan asintió y se acercó a la estufa para preparar el desayuno. «¿Has visto la nueva casa? Está bastante bonita, ¿no?» preguntó, como si fuera un comentario casual.

«Es bonita… pero nunca me acostumbraré del todo», respondió Gektor, observando a su hijo con calma. Le resultaba difícil aceptar los cambios que, poco a poco, se habían ido infiltrando en su familia.

Angela entró a la cocina con el sonido firme de sus tacones. Sus ojos recorrieron rápidamente la habitación, antes de fijarse en Stefan con una ligera mirada de desdén. «En una hora tenemos que irnos. Hay mucho que hacer».

«Lo sé, Angela. Lo estoy haciendo ahora», respondió Stefan, tratando de esconder la tensión en su voz.Angela no pareció inmutarse. «Bien. Pero sabes lo importante que es ser puntual.»

Sin más palabras, se dio la vuelta, pero no sin antes lanzar una mirada fugaz a Gektor. Esa mirada decía más de lo que las palabras podían expresar, y Gektor sintió cómo la tensión llenaba el aire.

«Papá, ¿has visto mis llaves?» gritó Stefan desde la sala.»No», respondió Gektor, dirigiéndose hacia la puerta. Sin embargo, cuando iba a cruzarla, escuchó la voz de Angela desde el dormitorio.

«No lo entiendes, Stefan. Ese hombre tiene que irse. Ya he encontrado un lugar para él. Solo tienes que llevarlo allí».»Angela… por favor», trató de calmarla Stefan.

«No hay ‘por favor’, Stefan. O él se va, o yo me voy. Tienes que decidir.»Gektor quedó paralizado, las palabras de su esposa lo golpearon con fuerza, y no pudo hacer nada para escapar de ellas.

El peso de esa decisión le cayó encima como un yugo, mientras volvía a la cocina.La cena transcurrió en completo silencio. Angela recogió el plato de Gektor antes de que pudiera terminar su último bocado. «No he terminado», murmuró él.

«Ya has comido suficiente», respondió Angela, con voz fría.Stefan abrió la boca como si fuera a intervenir, pero sus palabras se ahogaron en el aire. Gektor podía sentir la creciente brecha entre ellos, y sabía que nada volvería a ser igual.

Después de la cena, Angela se retiró al dormitorio, y Stefan la siguió, claramente incapaz de dejar que la discusión quedara sin resolver. Unos minutos más tarde, Gektor escuchó sus voces, amortiguadas por las paredes, pero las palabras duras llegaron hasta él.

«Debes tomar una decisión, Stefan», dijo Angela. «Tiene que ir a un hogar. Si no…»Gektor no pudo seguir escuchando. Sus pensamientos daban vueltas en su cabeza mientras caminaba lentamente por la casa,

que de repente le parecía más un campo de batalla que un hogar.A la mañana siguiente, Gektor se levantó temprano, con la mochila a su lado. Stefan entró en la cocina, cansado y agotado.

«Papá… tenemos que hablar», dijo Stefan con tono vacilante.Gektor lo miró con ojos tranquilos, aunque una profunda preocupación se reflejaba en su mirada. «Está bien, hijo. Lo entiendo.»

Stefan abrió la boca para hablar, pero Gektor levantó la mano, pidiéndole silencio. «Está bien», dijo con una voz firme. «Debes vivir tu vida. No dejes que yo te detenga.»

El silencio que siguió fue insoportable. Finalmente, después de un largo momento, Stefan se giró y comenzó a recoger las llaves.»He tomado una decisión», dijo Stefan finalmente, mientras se dirigían al auto.

«No vas a regresar a casa. Vienes conmigo.»»¿Adónde?» preguntó Gektor, completamente confundido.»Vamos a volar a Francia. Ahí nos encontraremos con Alex. Estarás con nosotros.»

«¿Pero Angela…?» preguntó Gektor, sintiendo un nudo en el pecho.»Le dije que todo había terminado. Ahora lo sabe», respondió Stefan con calma.

El vuelo fue tranquilo, y el cielo se teñía de un azul suave al llegar al país. Sin embargo, Gektor estaba tan agotado por los sucesos de los últimos días que apenas podía disfrutar del momento.

Pero cuando vio a Alex en el aeropuerto y los niños corriendo hacia él, sintió una calidez en su pecho que había estado ausente durante tanto tiempo.

«¡Abuelo!», gritaron los niños al unísono, y Gektor no pudo evitar sonreír.»Bienvenido a casa, papá», dijo Alex, y Gektor sintió el amor y la paz que había estado anhelando.

Ese fue el comienzo de un nuevo capítulo. Un capítulo en el que ya no era el viejo Gektor, sino un padre que por fin creía nuevamente en el amor, un amor que nunca había desaparecido.

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