„Los ricos suegros se burlaron de la pobre madre de la novia – el regalo de una casa en un remoto pueblo desató la pelea!“

ENTRETENIMIENTO

Olya luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con caer mientras recogía sus cosas del escritorio en su oficina: la taza, la calculadora,

el calendario y pequeños objetos que ya formaban parte de su rutina diaria.

Su amiga Marina, que estaba a su lado, le puso una mano reconfortante sobre el hombro.

«Olya, no te preocupes tanto. ¿Qué importa que te hayan despedido? La empresa está a punto de quebrar, y tu puesto nunca fue seguro.

Además, acabas de empezar. Eres joven, seguro que encontrarás algo mejor. Y tu prometido no te va a dejar colgada, créeme. Juntos lo lograrán.»

Olya suspiró suavemente y se secó las lágrimas. «Sí, el matrimonio está cerca, y ahora me quedo sin trabajo. Ya me imagino lo que pensará la madre de Misha de mí…

Nunca me aceptará. Siempre me ha visto como alguien que no es suficiente para su hijo. Y ahora, sin trabajo, me verá como una persona dependiente. ¿Qué voy a hacer?»

Marina la abrazó con fuerza. «Tranquila, Olya. Si Misha realmente te ama, te va a apoyar, pase lo que pase.

Y en cuanto a su madre, ¡ni caso! No tienes que vivir según sus expectativas solo porque estés con su hijo. Juntos superarán cualquier obstáculo.»

Sin embargo, cuando Olya llegó más tarde a casa de su madre, la tristeza seguía pesando sobre ella.

«Mamá, no vas a creer lo que ha pasado…», comenzó a contarle, pero la respuesta de su madre fue tranquila y pragmática.

«Bueno, hija, no es el mejor momento, especialmente con la boda tan cerca. Pero no te preocupes, todo se solucionará. Mira los anuncios de trabajo, quizá encuentres algo.»

Olya se dejó caer en el sofá, cubriéndose con la manta y llorando desconsolada. ¿Cómo le iba a contar todo esto a Misha?

¿Qué pensará de mí? ¿Y si no encuentro pronto otro trabajo? ¿Qué dirá su madre? Cerró los ojos y recordó el primer momento en que conoció a Misha.

Era un día común, cuando, como de costumbre, estaba parada en el puente después del trabajo, mirando al agua. Era su manera de relajarse, de desconectar del bullicio de la jornada.

Pero ese día algo raro sucedió: un destello la deslumbró, y al levantar la vista, vio a un joven con una cámara.

Él le estaba tomando una foto sin pedir permiso. Olya se sobresaltó y lo miró fijamente hasta que él se disculpó rápidamente.

«¡Oh, perdona! No quería asustarte. Es que eres tan bonita. ¿Puedo quedarme con la foto? Me ha salido muy bien.

Tranquila, no soy un loco, solo me gusta fotografiar… personas interesantes, escenas curiosas. Me llamo Mikhail.»

Olya, aún algo atónita, balbuceó: «Me llamo Olya… pero, quiero decir… sí, puedes quedártela. Solo me ha sorprendido un poco.

Normalmente vengo aquí a relajarme, el agua me tranquiliza.»

La foto realmente era hermosa: Olya, con sus cabellos rubios al viento, la mirada pensativa clavada en el agua que fluía, mientras el mundo seguía su curso alrededor.

Algo en ese momento los unió. Empezaron a hablar y pronto se dieron cuenta de lo mucho que significaban el uno para el otro.

Misha no era un hombre común. Era hijo de un empresario adinerado, siempre llevaba las últimas marcas y tenía un futuro brillante por delante.

Olya, por su parte, había crecido en un entorno humilde. Su madre la había criado sola, con muchas dificultades, pero siempre había hecho todo lo posible para darle lo mejor.

Olya misma solo había hecho un curso de gestión de oficina tras la escuela, para conseguir rápidamente un trabajo, pero una gran carrera aún le estaba vedada.

Al principio, Olya temía que Misha se sintiera superior a ella, que en su mundo de lujo y opulencia, la considerara una persona menos valiosa.

Pero Misha la sorprendió una y otra vez con su humildad, su encanto y su sinceridad. Se hicieron pareja y pronto empezaron a planear su boda.

La madre de Olya estaba encantada con la noticia. Misha parecía ser una gran persona, educado y encantador, y no tenía ninguna duda de que su hija estaba en buenas manos.

Sin embargo, los padres de Misha tenían una opinión muy diferente.

Zinaida Ivanovna, su madre, cada vez que se encontraban, la miraba con desdén, frunciendo el ceño. «¿Qué quieres con esta chica pobre, Misha?

No tiene nada, vive en un apartamento pequeño y trabaja en un archivo. Mira a Albina, la hija de Marat Seleznyov.

Ella está educada, vive en una casa grande, tiene mucho más que ofrecer.»

Misha, sabiendo que su madre no cambiaría de opinión, respondió con firmeza: «¡Mamá, basta! Solo valoras a las personas por su dinero. Yo amo a Olya, y eso es lo único que importa.

No quiero que le hagas la vida imposible. Y Albina… la he conocido. No es lo que tú crees. Olya es la que quiero.»

Su padre, Nikolai Alexandrovich, estuvo de acuerdo con su esposa, mirando a Misha con una mirada despectiva: «¿Dónde vais a vivir, Misha? ¿En vuestro pequeño apartamento? ¿Y cómo vais a manteneros?

¡Ni siquiera has terminado la universidad! ¡No has logrado nada!»

Pero Misha no se dejó intimidar. «Nosotros encontraremos nuestro camino. Nos amamos, y eso es lo más importante. Quiero conseguir algo por mí mismo, sin depender de vuestra ayuda.»

El día de la boda, cuando Olya se miró en el espejo, con su vestido sencillo pero hermoso que había sido prestado, se sintió como una princesa.

Era el día que siempre había soñado, y aunque la atmósfera en el restaurante estaba tensa, especialmente por la actitud de los padres de Misha, para ella ese momento era perfecto.

Pero luego, cuando todos pensaban que la noche seguiría en calma, Misha se levantó y pronunció un discurso inesperado: «Olya y yo hemos pasado por muchas cosas.

Compramos una casa antigua en el campo y la renovamos, hasta que fuimos asaltados por dos bandidos que buscaban oro robado.

Luché con ellos, me hicieron daño, pero Olya se mantuvo tranquila, cuidó de mí, y la comunidad del pueblo nos ayudó. Después de ese incidente, decidimos dedicarnos a la agricultura.

Pollos, luego una vaca… La vida en el campo nos dio paz.»

Olya, aún conmocionada por esos recuerdos, lo miró. Misha había salvado su vida, y ella siempre le estaría agradecida.

Pero la sorpresa no terminó ahí: «Cuando nos enteramos por la policía de que los bandidos actuaban por orden de mi padre, se vino abajo todo lo que conocía.

Mi padre estaba involucrado en negocios criminales, y ahora va a ir a prisión. Eso me ha dejado devastado. Pero Olya y yo, juntos, vamos a construir un nuevo futuro.»

Los invitados estaban atónitos, y hasta los padres de Misha no podían creer lo que oían.

Sin embargo, para Misha y Olya, ese fue el momento de un nuevo comienzo, sabiendo que su amor sería capaz de superar cualquier adversidad.

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