Seis meses después de empezar a salir, Chris me pidió que me casara con él.
Sin embargo, la entusiasta familia de Chris se encargó de organizar la boda y añadieron tantos elementos inusuales al evento que al final Beth abandonó la ceremonia.
Este año, para mi cumpleaños número 25, Chris me sorprendió con un viaje a Hawái.
Era como un sueño de cuento de hadas, aunque solo llevábamos seis meses juntos y no esperaba nada en absoluto.
Luego, en la playa, Chris me pidió que me casara con él. Dije que sí, cautivada por la magia del momento, aunque en el fondo sabía que seis meses no eran suficientes para comprometernos.
No sabía que esta boda, que parecía de ensueño, pronto se convertiría en un drama que jamás habría imaginado.
Nunca fui la chica que pasaba horas soñando con su boda. Por eso, cuando la verdad salió a la luz, no supe cómo reaccionar.
«Es demasiado joven, Elizabeth,» dijo con seriedad. «Eres demasiado joven para enredarte en este caos. No pudo cuidar de Julia, así que él mismo y Eli se encargaron de todo.»
Chris me decepcionó muchas veces, pero nada justificaba que desatendiera a su propio hijo.
Resultó que mi boda en realidad fue solo una brutal lección pública para un hombre que abandonó sus responsabilidades.
Con las lágrimas en los ojos, me quité los tacones, se los entregué a Maggie y dejé el altar, no como una novia, sino como una mujer que escapaba de una vida llena de traiciones.
Fue una experiencia dolorosa. Claro, solo habíamos estado juntos seis meses, pero sabía lo que sentía por Chris, y por eso fue tan doloroso descubrir la verdad.
Después de todo esto, me tomé un tiempo para mí. Sabía que necesitaba viajar, aprovechar la vida mientras aún era joven.
Tuve que pasar por muchas malas relaciones y citas desastrosas para darme cuenta de con quién quería estar realmente.
Lo único de lo que estaba segura era que no quería estar con un hombre como Chris. Un hombre que mintió sobre tener un hijo, un niño que se volvió invisible para él solo porque era autista.
Estoy agradecida de que lo único que tuve que pagar por esta experiencia fue el vestido de novia, que devolví tres días después de la «luna de miel».
Ahora que miro hacia atrás, debo admitir que en realidad no estoy enojada. Leeanne hizo lo que tenía que hacer para protegerme a mí y al querido niño.
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