— ¿Por qué has venido? — Lena estaba en la puerta de su apartamento, con las manos en las caderas, el rostro marcado por la ira y la decepción.
Apenas podía contener las emociones que se agolpaban dentro de ella. Frente a ella, Artem, su exesposo, miraba al suelo, claramente sin saber por dónde empezar.
Finalmente, levantó la mirada y la observó con cautela. — Quería hablar contigo, — dijo en voz baja, con una timidez evidente. — Necesitamos hablar sobre Sasha.
Lena respiró hondo, como si quisiera detener el aire en sus pulmones. Artem era la última persona que deseaba ver de nuevo.
Su matrimonio había terminado en una gran pelea, y tras el divorcio pasó años reconstruyendo su vida, pieza por pieza.
Pero Sasha, su hijo común, de ocho años, seguía siendo el lazo que los unía.
Evitarlo por completo no era una opción. — Sasha está con mi madre, — respondió fríamente, su voz cortante. — Podemos hablar, pero no sé qué más tienes que decir.
Artem dio un paso al frente, como si pudiera sentir la pared invisible que había entre ellos, una pared que él mismo había erigido.
La había dejado en el momento más difícil de su vida, cuando ella estaba sola con su pequeño hijo.
Ahora, años después, comprendía la magnitud de su error, pero lo irremediable ya estaba hecho.
— Quiero involucrarme más en la vida de Sasha, — dijo finalmente, sus palabras casi inaudibles, como si se avergonzara de su petición.
— Sé que he perdido mucho tiempo, y lo lamento. Pero quiero cambiar eso.
Lena se sentó en el sofá, cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró con una mirada tan fría como el viento del invierno. En su interior, una tormenta de ira y decepción rugía sin cesar.
Durante años se había hecho cargo de Sasha por sí sola, sin poder contar con su ayuda.
Y ahora, cuando su vida por fin comenzaba a ordenarse, él apareció de nuevo, como si pudiera retroceder el tiempo, como si pudiera recuperar todo lo que había perdido.
— ¿De verdad crees que esto es tan fácil? — preguntó con una sonrisa amarga, sus ojos destilaban una fiereza cortante. — ¿Crees que solo vas a aparecer, pedir perdón y todo volverá a ser como antes?
— No, — respondió Artem, y en su voz se notaba el peso de esas palabras. — Sé que no funciona así.
Solo… te pido una oportunidad. Sé que no tienes por qué perdonarme. Pero Sasha es mi hijo, y quiero ser parte de su vida.
Lena lo miró fijamente, sus ojos se cruzaron con los de él, como si tratara de leer su alma. Esas palabras, tan simples y directas, lograron atravesar por un momento el muro de rabia y dolor que había levantado.
Vio que realmente se arrepentía, que entendía el daño que había causado.
Pero el recuerdo de todos esos años en los que luchó sola, de todas las veces que él no estuvo allí, era demasiado reciente para perdonarlo tan fácilmente.
— No puedo hacer que Sasha te perdone, — dijo finalmente, con voz serena, pero con el peso de una decisión que había tomado hace mucho tiempo.
— Tienes que entender que una sola conversación no va a arreglar todo. Él necesita tiempo.