En rik man låtsades vara servitör och bjöd in en kvinna på en dejt på sin egen restaurang.

ENTRETENIMIENTO

Nate, el dueño de un renombrado restaurante, nunca imaginó que su vida cambiaría después de un encuentro casual en una gasolinera.

Fue allí donde conoció a Beth, una mujer cuya presencia lo cautivó al instante, no solo por su belleza, sino por su mirada profunda y su conversación inteligente.

Tras varias decepciones amorosas, en las que las personas solo se acercaban a él por su dinero, Nate no podía evitar ser cauteloso, pero al mismo tiempo, una chispa de curiosidad despertó en él.

Para saber si Beth estaba interesada en él de verdad o si simplemente veía en él una oportunidad, ideó un plan insólito: se haría pasar por un camarero común en su propio restaurante.

Quería ver cómo reaccionaba ella ante alguien sin pretensiones, sin la fachada del exitoso dueño de un restaurante.

La noche de la cita llegó, y Nate, recién salido de un intenso partido de paintball, apareció en su restaurante completamente cubierto de pintura fluorescente.

Nada que ver con el elegante empresario que todos conocían. Beth, al verlo, no pudo evitar soltar una broma, diciendo que ni el Terminator se atrevería a usar algo tan peculiar. Por un momento, Nate se sintió vulnerable, pero su risa ligera lo hizo relajarse.

Pese a sus dudas, le pidió una cita, a lo que ella aceptó con una sonrisa traviesa, pero solo si el paintball quedaba fuera de la agenda. El plan seguía en marcha.

Cuando Beth llegó al restaurante, Nate, disfrazado de camarero, la recibió como si acabara de terminar su turno.

Con una actitud juguetona, Beth comentó que siempre había soñado con ser camarera.

Durante la cena, Beth compartió su pasión por los libros y cómo sacrificó sus propios sueños para cuidar a su madre. La sinceridad y el encanto de Beth dejaron a Nate impresionado, y poco a poco comenzó a cuestionar la necesidad de su engaño.

Pero justo cuando las cosas parecían estar tomando el rumbo perfecto, el gerente, en una escena algo teatral, le pidió a Nate que fuera a lavar los platos.

Avergonzado, Nate obedeció. Fue entonces cuando Beth, sin que él lo esperara, entró en la cocina y, con una sonrisa, le ofreció su ayuda para lavar los platos. En ese momento, Nate comprendió que su mentira ya había cruzado la línea.

Mientras lavaban juntos los platos, Beth sugirió que dieran un paseo por el puerto, completamente ajena a las manchas de agua en su vestido.

Pero Nate no podía seguir ocultando la verdad. En un suspiro, confesó que no solo era el camarero, sino también el dueño del restaurante, y que toda la noche había sido una prueba para ver si realmente le importaba él o solo su dinero.

Beth lo miró fijamente, y tras una larga pausa, le preguntó con una sonrisa divertida: “¿Entonces me estuviste probando?” Su tono se suavizó y, en tono juguetón, agregó:

“Bueno, me has convencido, pero tengo que decir que la comida en tu restaurante podría mejorar un poco.”

Nate, aliviado y con una risa nerviosa, le respondió: “Prometo que en nuestra próxima cita elegiremos un lugar más tranquilo, y sin lavaplatos.”

Con risas compartidas, ambos dejaron atrás las tensiones.

Mientras salían de la cocina, el futuro se presentaba ante ellos como un lienzo en blanco, sin máscaras ni trucos, solo el compromiso de disfrutar cada momento juntos, con la promesa de ser siempre sinceros el uno con el otro.

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