«Me di cuenta de que mi marido me está engañando con su jefe, por un pequeño detalle. — Buenos días.»

ENTRETENIMIENTO

Cuando David, con entusiasmo, invitó a Penélope a la fiesta en la imponente residencia de su jefe, vio en ello una rara oportunidad para reconectar con ella. Una chispa encendió su corazón.

Sin embargo, durante la velada, un pequeño detalle hizo que Penélope dudara de las palabras de David: él afirmaba que nunca había estado en esa casa.

La sospecha de que quizás sí la conocía la llevó a descubrir una serie de hechos que trastocaron por completo el mundo de Penélope.

Era un jueves común, y Penélope estaba en su cocina, manos cubiertas de harina y azúcar mientras horneaba galletas con pasión para su hijo de cinco años, Derrick.

El dulce aroma de vainilla y chocolate llenaba el aire, mezclándose con las risas de su pequeño, que estaba absorto en un dibujo. La imagen, que más parecía un caos de colores, intentaba representar un dinosaurio.

“Mamá, ¡mira mi dinosaurio!” exclamó Derrick con orgullo, levantando su obra, con los ojos brillando de felicidad.

Penélope soltó una risa sincera y lo abrazó. “¡Está increíble, cariño! ¡Cada vez lo haces mejor!”

En ese momento, la puerta principal crujió y David entró. Vestido elegantemente con un traje oscuro, pero la fatiga evidente en sus hombros.

Dejando su maletín cerca de la puerta, se deshizo de su corbata, una visión que en otro tiempo hacía latir el corazón de Penélope, pero ahora solo le traía nostalgia.

“Hola, Pen. Hola, Derrick,” dijo con una sonrisa pequeña, pero cansada.

“¡Papá!” gritó Derrick, corriendo felizmente hacia él. David lo levantó y giró, mientras sus risas llenaban la habitación.

“¿Cómo estuvo tu día?” preguntó Penélope, tratando de mantener un tono ligero y optimista, aunque en su interior una duda comenzaba a crecer.

“Buenas noticias,” dijo David, con una chispa en los ojos mientras sacaba una elegante invitación. “Laura va a hacer una fiesta de cumpleaños este viernes, invitando a sus mejores colegas y sus parejas. Aquí está nuestra invitación para su residencia.”

Un destello de esperanza iluminó el corazón de Penélope. Podía ser una noche maravillosa, una oportunidad para pasar tiempo juntos y quizá revivir lo que alguna vez tuvieron.

“¿Fiesta? ¿En una residencia? ¡Suena genial! Tenemos que encontrar una niñera para Derrick,” respondió emocionada.

“Ya está resuelto. María puede cuidar de él,” dijo David, besándola rápidamente. “Va a ser increíble, Pen. Finalmente verás mi mundo.”

Penélope sonrió, sin saber que ese mundo cambiaría dramáticamente esa noche.

Cuando llegó finalmente el viernes, Penélope y David estaban frente a la residencia de Laura.

El imponente edificio brillaba con opulencia, con columnas enormes, jardines perfectamente cuidados y luces resplandecientes que lo transformaban en un palacio sacado de un cuento.

“Nunca he estado en una casa como esta,” susurró Penélope, asombrada, a David.

“Yo tampoco,” respondió él, con los ojos bien abiertos, reflejando la magia del momento.

Después de entregar sus abrigos a un elegante mayordomo, Penélope disfrutó de la decoración extravagante, recordando que debía avisar a María que ya habían llegado.

Sacó su teléfono, pero se sorprendió al ver que la batería estaba completamente descargada. “¿Puedo usar tu teléfono? Necesito llamar a María por Derrick,” pidió a David.

“Claro,” dijo él, sin dudar, y le pasó el teléfono.

Cuando Penélope miró la pantalla, se congeló. El teléfono ya estaba conectado a la Wi-Fi de la residencia: “Residencia de Laura.” Su estómago se apretó con una sensación extraña. ¿Por qué el teléfono de David estaba conectado? ¿Había mentido realmente?

“¿Todo bien?” preguntó David, al notar su silencio repentino.

“Sí, solo… me impresiona la casa,” respondió rápidamente, forzando una sonrisa. Pero la semilla de la duda ya estaba sembrada, y cuanto más avanzaba la noche, más incómoda se sentía.

David se unió a los demás invitados, y Penélope vagó sola. Cuando se acercaba al buffet, escuchó a Mark, el esposo de Laura, decir a alguien: “La próxima semana estaré en Tokio. Laura se quedará sola en la casa.” Un escalofrío recorrió la espalda de Penélope, aunque trató de ignorarlo.

Poco después, encontró a David entre algunos colegas, y escuchó decir: “Mañana voy a estar tarde en el trabajo. Tengo un proyecto importante.” Sus pensamientos se agitaron.

¿Era esto una coincidencia? El malestar regresó, esta vez más fuerte, mientras su mirada se fijaba en Laura, que estaba rodeada de admiradores.

“Penelope, ¿todo bien?” preguntó David, preocupado, al notar su mirada distante.

“Sí, solo… estoy pensando,” murmuró ella, mientras su mente comenzaba a conectar puntos que no quería admitir en su corazón.

“Parece más preocupación que reflexión,” dijo David. “Tranquilízate, Pen. Voy a traerte una bebida.”

Pero para Penélope, calmarse era imposible. Al día siguiente, cuando Derrick estuvo seguro en la escuela, Penélope condujo al despacho de David, con el corazón lleno de miedo y ansiedad.

Al llegar, la recepcionista le informó que David había salido antes por un asunto personal. El estómago de Penélope se apretó aún más por el temor.

Llamó a David, intentando sonar alegre. “Hola, ¿dónde estás? Pensé en traerte el almuerzo.”

“Estoy en la oficina, trabajando a tope,” respondió él con calma. “Lo siento, pero no tengo tiempo para el almuerzo hoy.”

La mentira era evidente, y la determinación de Penélope se fortaleció. Directamente se dirigió a la residencia de Laura, con miedo y sospecha invadiendo sus pensamientos.

Cuando llegó, tocó la puerta, y Laura la abrió, sorprendida, aunque pronto la sorpresa se convirtió en nerviosismo.

“¿Penélope? ¿Qué haces aquí?” preguntó Laura apresuradamente.

“Necesito ver a David,” dijo Penélope, con voz fría.

“¿David? Él no está aquí,” tartamudeó Laura, tratando de bloquear el paso de Penélope.

Penélope la ignoró, avanzando decidida, movida por una sensación inquietante. Abrió la puerta del vestidor del dormitorio, y allí estaba David, como un cobarde.

“¿David?” Su voz explotó, llena de ira y dolor.

David dio un paso al frente, con la culpa estampada en su rostro. “Penélope, te puedo explicar.”

“¿Explicar? ¡Me mentiste!” gritó Penélope, mientras el eco de sus palabras resonaba en la lujosa habitación.

Laura intentó intervenir, pero Penélope le lanzó una mirada tan firme que la hizo callar. “¡Aléjate!”

“¿Desde cuándo?” exigió Penélope, con las manos temblando de furia.

David tartamudeó: “No es como…”

“Guárdatelo. Se acabó,” dijo Penélope, su voz fría y definitiva. Se dio la vuelta y salió, con el corazón roto a cada paso.

El viaje de regreso fue un mar borroso de lágrimas y dolor. Al llegar a casa, Penélope sabía que debía ser fuerte para Derrick. Llamó a su abogado y comenzó el doloroso proceso del divorcio, decidida a reconstruir su vida.

Esa noche, María llegó para consolarla. “Pen, lo siento mucho,” dijo, abrazándola con ternura.

“No sé cómo voy a seguir adelante, María. ¿Cómo puedo superar esto?” sollozó Penélope.

“Un paso a la vez,” dijo María suavemente. “Eres más fuerte de lo que crees.”

Penélope comenzó a asistir a terapia para centrarse en sanar y ser la mejor madre para Derrick.

Una noche, mientras lo acostaba, Derrick la miró con sus ojos inocentes. “Mamá, ¿estás bien?”

Penélope sonrió entre lágrimas, una mezcla de dolor y esperanza. “Sí, cariño. Vamos a superarlo.”

En ese momento, Penélope supo que, a pesar del dolor, había encontrado su fortaleza. Estaba lista para empezar de nuevo, por Derrick y por ella misma.

(Visited 76 times, 1 visits today)
Califica el artículo
( Пока оценок нет )