Sin lugar a dudas, nadie desea encontrarse en la posición de un mendigo, dependiendo de la caridad de los demás. Aquellos que se hallan en una situación tan desesperada a menudo han vivido una vida llena de dificultades, un destino que pocos de nosotros podríamos soportar.
Sin embargo, cuando la mayoría de las personas se cruzan con un mendigo, rara vez surge la compasión. En lugar de ayudar de inmediato, a menudo desvían la mirada, ya sea por incomodidad o por indiferencia. Algunos incluso se atreven a burlarse de los mendigos, haciéndoles sentir aún menos valor.
Pero Casey Fischer es una de esas raras personas de buen corazón que buscan iluminar un poco el mundo que las rodea. Un día, mientras se dirigía a un café, se encontró con un mendigo que intentaba desesperadamente reunir algunas monedas. El hombre entró en el café, pero de entre los muchos clientes presentes, solo uno le dio un dólar.
Casey lo observó por un momento, luego, sin dudarlo, le hizo un gesto amistoso. Lo invitó a su mesa y le ofreció un café caliente y un pretzel. «Quizás», pensó, «pueda hacer que su día sea un poco menos sombrío».
Lo que comenzó como un simple gesto se convirtió en una conversación profunda. Casey descubrió que el hombre, llamado Chris, había caído a la calle debido a su adicción a las drogas. Le contó que su madre había fallecido recientemente de cáncer y que, a pesar de toda la oscuridad que rodeaba su vida, tenía un deseo: quería cambiar, convertirse en una mejor persona. Deseaba cumplir el sueño de su madre fallecida de tener un hijo del que ella pudiera estar orgullosa. Hablaron sobre esperanzas, dolor y las oportunidades que la vida aún podía ofrecerle.
Cuando finalmente Casey se preparó para irse, le agradeció por la conversación. Lo animó a creer que la vida no tenía que permanecer siempre así. Le aseguró que las cosas mejorarían, siempre y cuando creyera en sí mismo.
Antes de irse, Chris –así se llamaba el mendigo– le pidió un bolígrafo y un trozo de papel. Escribió rápidamente algo y se lo entregó. Se despidieron, y Casey se dirigió a la universidad sin mirar de inmediato lo que había escrito.
Más tarde, cuando finalmente encontró el momento de sacar el papel de su bolsillo, leyó las pocas palabras escritas en él, que le llegaron directo al corazón: «¡Gracias, hermosa alma!»
Ese encuentro permaneció en la mente de Casey. Compartió la historia en las redes sociales, expresando lo impresionada que estaba por la fuerza interior de Chris y su deseo de cambiar su vida. Enfatizó cuán difícil era para él levantarse, especialmente cuando la mayoría de las personas ni siquiera le prestaban atención.
Sin embargo, lo que realmente hizo que su publicación se volviera viral fue la chispa de esperanza que Chris llevaba dentro a pesar de su dura realidad. Aunque vivía como mendigo, soñaba con dejar atrás su pasado doloroso y encontrar un camino hacia un futuro mejor.