Recientemente, me encontré con un experimento sociológico que invita a la reflexión. En una escena, una niña pequeña, vestida de manera ordenada, fue dejada al borde de la carretera. Los transeúntes la notaron y se detuvieron para preguntar por sus padres y ayudarla.
Pero cuando la misma niña estaba de nuevo al borde de la carretera, vestida con ropa sucia y rota, parecía apenas recibir atención. Aquellos que la notaron le lanzaron miradas despectivas y siguieron su camino.
Esta realidad desalentadora plantea la pregunta: «¿Cuándo se convirtió el mundo en un lugar donde las personas egoístas solo perciben la apariencia externa de los demás?» ¿Por qué parece que la vida de una persona adinerada tiene más valor que la de una persona necesitada?
Afortunadamente, conocemos a alguien que demuestra que no todos han perdido la capacidad de empatía hacia los menos afortunados. Casey Fischer, una joven, notó a un hombre sin hogar que pedía monedas al borde de la carretera durante su descanso. Decidió ir a Dunkin’ Donuts para comprarle un café y algo de comida.
Al acercarse, Fischer vio que el hombre apenas tenía un dólar en la mano. Lo invitó a sentarse a su mesa y le ofreció pagar por su bagel y su café. El hombre se presentó como Chris y le contó a Fischer que a menudo era maltratado solo por ser indigente.
Confesó que su adicción a las drogas lo había convertido en la persona que él mismo despreciaba. Su mayor deseo era ser el hombre del que su madre fallecida estaría orgullosa; sin embargo, de alguna manera, eso le parecía imposible.
Fischer le dijo a Chris que se sentía afortunada de conocerlo y que ahora debía irse para llegar a tiempo a su clase. Pero el hombre le pidió que esperara un momento. Sacó un pedazo de papel arrugado, escribió algo en él y se lo entregó.
Cuando Fischer abrió la nota, se sintió abrumada. No tenía idea de que su gesto amable tendría un impacto tan profundo en Chris. El mensaje en el papel decía: «Hoy quería suicidarme. Gracias a ti, ya no quiero hacerlo. Te estoy muy agradecido.»
Deberíamos agradecer a personas como Casey Fischer. Este mundo necesita más personas dispuestas a generar cambios y ayudar a los demás.
Suri Cruise, la hija de Katie y Tom Cruise, cambió su nombre en silencio.