Después de sorprender a su esposo en una posición comprometida con la esposa de su jefe en una fiesta, el mundo de Denise se derrumbó.
Rota y profundamente traicionada, confrontó a su marido, solo para ser fríamente expulsada de su propia casa.
A la mañana siguiente, su jefe apareció sorpresivamente, con una oferta que hizo que Denise dudara entre la venganza y la fuga.
La noche había comenzado de manera inocente.
Denise y su esposo, Eric, acababan de llegar a la suntuosa mansión de su jefe, Richard, para asistir a una fiesta.
Se sentía un poco fuera de lugar en su sencillo vestido negro, que contrastaba con los vestidos de diseñador de las otras mujeres que deslizaban a su alrededor.
Eric, por su parte, encajaba a la perfección, tal vez incluso demasiado.
“Quédate conmigo esta noche, ¿de acuerdo?” susurró mientras rodeaba su brazo con el suyo.
Él asintió, pero su atención ya estaba en otra parte.
Algo se sentía mal, aunque Denise no podía decir exactamente qué. Pasaron horas y Eric no aparecía por ningún lado.
Una sensación opresiva se apoderó de su estómago mientras buscaba en la sala abarrotada, su nerviosismo creciendo.
En ese momento, Richard se acercó a su lado.
“¿Has visto a Vanessa?” preguntó con calma, aunque sus ojos revelaban un atisbo de incomodidad.
Vanessa, la esposa de Richard, era conocida por su elegancia y tenía un aura que siempre atraía todas las miradas.
Denise sacudió la cabeza, mientras su malestar aumentaba. “No, y tampoco he visto a Eric.”
Un entendimiento silencioso se estableció entre ellos, y sin decir una palabra más, comenzaron a buscar juntos.
La fiesta continuaba a su alrededor mientras se alejaban del salón principal, caminando de habitación en habitación, y con cada paso, el miedo de Denise aumentaba.
Finalmente, se encontraron frente a la puerta del ático. Denise dudó, porque en el fondo ya sospechaba lo que había detrás de esa puerta.
Cuando Richard abrió lentamente la puerta, los encontraron allí: Eric y Vanessa, abrazados íntimamente el uno al otro.
El corazón de Denise se contrajo dolorosamente, y un pequeño grito escapó de sus labios, lo que alertó a Eric.
Su rostro era una mezcla de sorpresa y culpa, pero ¿Vanessa?
Parecía simplemente aburrida, como si ser descubierta fuera solo un pequeño inconveniente.
Denise se dio la vuelta y salió corriendo, su visión nublada por las lágrimas que aún no habían caído.
Se sentía entumecida. Su mundo se desmoronaba, y todo lo que podía hacer era avanzar un pie tras otro.
Justo logró llegar a casa antes de que las lágrimas comenzaran a fluir libremente. Pero Eric no estaba lejos detrás de ella.
Cuando entró, Denise esperaba escuchar una explicación, algo que la ayudara a entender la traición. En cambio, los ojos de Eric estaban fríos, distantes.
“¿Por qué, Eric?” Su voz se quebró. “¿Por qué ella?”
Durante un momento, él simplemente la miró, casi irritado.
“¿Importa realmente? Sucedió,” dijo con tono indiferente. “Deberías irte.”
“¿Irme?” repitió Denise, incrédula. “¡Esta es nuestra casa!” Eric permaneció impasible.
“Es la casa de mi abuela. No tienes derecho aquí. Además, Vanessa llegará pronto. Debes irte.”
Esas palabras la golpearon como una bofetada en la cara.
Sin decir más, Denise empacó sus cosas y se encontró en un motel barato en las afueras de la ciudad, tratando de procesar lo que había sucedido.
A la mañana siguiente, mientras estaba sentada en la cama chirriante, perdida en sus pensamientos, un repentino golpe en la puerta la sobresaltó.
No esperaba a nadie. Con precaución, abrió la puerta y se sorprendió al ver a Richard de pie frente a ella.
“¿Qué haces aquí?” preguntó Denise, su voz llena de confusión y agotamiento.
“No pude dormir en toda la noche,” dijo Richard mientras entraba sin invitación en la habitación.
Su presencia llenó el pequeño espacio, y Denise no pudo evitar notar el extraño brillo en sus ojos.
“Tengo una oferta para ti.”
Denise levantó una ceja, cruzando los brazos a la defensiva. “¿Y qué quieres decir exactamente con eso?”
Richard colocó una bolsa sobre la cama y la abrió. Dentro, Denise vio jaulas – llenas de ratas.
“Richard, ¿qué demonios es esto?” preguntó, horrorizada, retrocediendo un paso.
“Venganza, Denise,” dijo Richard con una voz tranquila pero escalofriantemente suave.
“No podemos deshacer lo que hicieron, pero podemos hacer que paguen por ello.”
Denise parpadeó mientras intentaba comprender lo que él proponía.
“¿Así que quieres que te ayude… a soltar ratas en su casa?”
Richard sonrió. “Exactamente. Considera esto una justicia poética.”
Por un momento, Denise dudó.
Nunca había sido una persona que buscara venganza, pero el recuerdo del rechazo frío de Eric, de cómo la había echado, despertó algo en ella.
Quizás no se trataba solo de venganza; tal vez era una forma de recuperar el control de su vida.
Con el corazón latiendo con fuerza, finalmente asintió. “Está bien. Hagámoslo.”