Mi prometida llevaba un vestido negro en nuestra boda – cuando supe la razón, mi vida nunca volvió a ser la misma.

ENTRETENIMIENTO

Mientras Nathan estaba en el altar, apenas podía contener su emoción y alegría. Esperaba ansiosamente el momento en que su prometida Jane entraría en la sala, radiante en el deslumbrante vestido blanco que habían elegido juntos después de horas de búsqueda meticulosa.

Sus pensamientos giraban en torno a la sonrisa que ella seguramente tendría en los labios, esa sonrisa que hacía que su corazón latiera más rápido.

Pero cuando la pesada puerta de la iglesia se abrió, se quedó sin aliento. En lugar del esplendor blanco que había esperado, Jane apareció en un largo vestido negro que proyectaba sombras ominosas por la sala.

Su rostro estaba oculto tras un velo igualmente negro, y sus movimientos eran lentos, casi fantasmagóricos, mientras se acercaba a él.

Nathan no pudo ignorar el escalofrío helado que recorrió su espalda. Su corazón comenzó a latir con más fuerza, lleno de preocupación y confusión. ¿Qué significaba esto? ¿Por qué llevaba negro, el color del luto? Cuando finalmente se colocó a su lado, se inclinó y susurró:

«Jane, ¿por qué llevas negro? ¿Qué ha pasado?» Pero Jane solo lo miró fríamente, sus ojos sin expresión, como si su corazón estuviera aplastado por una carga invisible. «Te lo explicaré después de la ceremonia», dijo ella suavemente, y Nathan sintió cómo la inquietud en su interior crecía hasta convertirse en una tensión casi insoportable.

Pero Nathan ya no podía ignorar el miedo creciente en su pecho. Su instinto le decía que algo irreversible había ocurrido. «No», susurró con urgencia, su voz elevándose mientras levantaba la mano. «Dímelo ahora, Jane. ¿Qué está pasando?»

El silencio que siguió en la iglesia era ensordecedor. Los invitados miraban fijamente a la pareja, y Nathan sentía sus miradas como agujas en su piel. Jane estaba frente a él, sus ojos brillando de manera sospechosa, mientras finalmente hablaba con una voz quebrada.

«Es por tu madre», comenzó, su voz temblando a medida que se adentraba en el abismo de sus emociones. «Ella me lo contó todo.»

Nathan la miraba, su mente trabajando a toda velocidad para entender las palabras que salían de su boca. «¿Mi madre? ¿Qué te ha contado?» Jane respiró profundamente, sus manos temblando ligeramente. «Ella me habló de ti y Lauren, tu mejor amiga.

Dijo que me habías engañado. Afirmó que te casarías conmigo solo para dejarme y estar con ella.»

Nathan sintió cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies. «Jane, eso es absurdo», imploró, buscando desesperadamente una explicación. «Lauren y yo somos solo amigos, te lo juro.» Miró a su alrededor con desesperación, buscando a su madre en la multitud, pero ella no estaba a la vista. «Mi madre nunca te ha gustado», agregó. «Quiere separarnos.»

Jane sacudió lentamente la cabeza, sus ojos llenos de decepción y rabia. «No se trata solo de la infidelidad, Nathan», dijo, su voz volviéndose más afilada. «Se trata de lo que me has ocultado sobre tu familia.» Sus palabras lo atravesaron como cuchillas.

«Mentiste sobre la fortuna de tu familia. Nunca dijiste que estaban en quiebra. ¿Te casas conmigo para salvar tu negocio, verdad?»

Nathan se quedó paralizado. Sentía como si alguien hubiera tomado su corazón y lo estuviera apretando implacablemente. Parte de lo que ella decía era verdad, pero nunca tuvo la intención de que Jane lo descubriera de esta manera. «Jane, por favor», comenzó él, pero ella lo interrumpió con una risa amarga.

«Ya no hay nada que explicar», dijo ella, sus ojos brillando con tristeza y enojo reprimidos. «Tu madre te presionó para que te casaras con alguien adinerado para resolver sus problemas. Y yo fui lo suficientemente tonta como para creer que realmente me amabas.»

Nathan sintió como si el suelo se estuviera derrumbando bajo sus pies. Quería decirle todo, explicar la verdad, que la amaba más que a nada, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.

«Se acabó», declaró Jane, dándose la vuelta abruptamente. Ella salió de la iglesia, su vestido negro dejando una estela de desesperación. Nathan quedó paralizado, su mundo se desmoronaba mientras veía cómo la mujer que amaba se alejaba para siempre.

Sus amigos se acercaron a él, tratando de consolarlo, pero nada podía aliviar el dolor que ardía en su interior. Corrió tras ella, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. «¡Jane, por favor! ¡Espera!», gritó, pero ella continuó sin detenerse.

«No quiero escuchar más mentiras, Nathan», dijo ella, sin mirarlo.

«Jane, te juro que nunca te engañé. Mi madre intentó separarnos porque nunca aceptó nuestra relación», dijo él desesperado, su voz temblando.

Lauren salió de la iglesia, sus ojos suplicando a Jane que entendiera. «Jane, Nathan te ama. Debes creerle», dijo ella. Pero Jane estaba paralizada, atrapada entre la ira y el dolor profundo.

«¿Por qué habría firmado el acuerdo prenupcial si solo estuviera interesada en tu dinero?» preguntó Nathan desesperado. «Lo hice para protegerte, ¡porque te amo!»

Lágrimas corrieron por el rostro de Jane mientras lo miraba. «Debiste decirme todo, Nathan», susurró ella. «¿Cómo puedo confiar en ti después de todo esto?»

Nathan sabía que ella tenía razón. Los secretos, las mentiras: habían destruido el amor que compartían. «Lo siento, Jane», susurró él, su voz llena de dolor. «Desearía poder deshacer todo.»

Jane se secó las lágrimas y sacudió la cabeza. «Yo también lo siento, Nathan», dijo ella suavemente. «Pero no puedo casarme con un hombre que tiene secretos conmigo. Se acabó.»

Y así, Jane lo dejó, el amor de su vida, y Nathan se quedó solo, marcado por la amarga realidad de que sus mentiras y secretos habían destruido todo lo que le importaba.

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