Un anciano estaba comiendo en una parada de camiones cuando entraron tres motociclistas de aspecto rudo.

ENTRETENIMIENTO

Un anciano estaba sentado en una mesa en una parada de camiones cuando entraron tres motociclistas de aspecto rudo. La puerta chirrió al abrirse y los hombres entraron, con sus botas resonando en el suelo.

Al pasar junto al anciano, el primer motociclista no mostró piedad: tomó su cigarro aún encendido y lo hundió con una sonrisa satisfecha en el pastel del anciano. Luego, se rió con desdén y se sentó en el mostrador.

El segundo motociclista, con una mirada sombría, tomó el vaso de leche del anciano, que estaba frente a él en la mesa, y escupió dentro con desprecio. Con una sonrisa cruel, devolvió el vaso como si nada hubiera pasado.

El tercer motociclista, con una risa autosuficiente en los labios, dio la vuelta al plato del anciano antes de unirse a los otros en el mostrador. Los tres hombres rieron ruidosamente y se burlaron entre ellos.

Sin protestar ni reaccionar al comportamiento despectivo de los motociclistas, el anciano dejó el dinero sobre la mesa, se levantó lentamente y salió del restaurante, la puerta cerrándose suavemente detrás de él.

Uno de los motociclistas, que había estado observando la escena, se dirigió a la camarera y dijo con tono burlón: “No era precisamente un gran tipo, ¿verdad?”

La camarera, que había seguido la situación de cerca, respondió con una sonrisa torcida: “Tampoco era un gran camionero. ¡Acaba de pasar su gran camión por encima de tres motocicletas!”

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